martes, 11 de mayo de 2010

LA PUCP Y EL ARZOBISPO CIPRIANI: UNA BATALLA QUE TAMBIÉN ES NUESTRA

La seria controversia entre la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y el arzobispo Cipriani que intenta intervenirla y controlarla académica, ideológica y culturalmente, está adquiriendo progresivamente una dimensión que trasciende el interés limeño para ser también el interés de todo el país y, posiblemente, ya, de muchas partes del mundo; por la importancia que tiene esta universidad y por el verdadero interés que anima al arzobispo y los intereses ideológicos más conservadores de la Iglesia Católica que están tras él.

Este intento de intervención del arzobispo se basa en una leguleyada consistente en que al tener el supuesto dominio de los terrenos del llamado fundo Pando, legado testamentariamente por José de la Riva Agüero, tendría también el dominio a través de una Junta Administradora de Bienes, de todo lo que se ha construido sobre estos terrenos que es prácticamente toda la universidad con todo lo que hay allí y con todo lo que funciona allí tanto en lo académico, cultural e investigacional que es lo más importante y el verdadero leiv motiv de este arzobispo y sus huestes fundamentalistas en temas tan importantes para la vida humana como el tema de género, de sexo, de democracia, de justicia, de derechos humanos y hasta de la libertad de pensamiento que este político conservador ensotanado abomina como si se tratara del diablo en persona.

Quienes hemos estudiado alguna vez en la PUCP, en alguna de las varias maestrías que allí se desarrollan o desenvolviendo labores académicas vía la Red de Ciencias Sociales impulsadas y organizadas por “La Católica” con varias universidades públicas del país, como el caso de la nuestra, la UNA-Puno, sabemos de la calidad y la altura académica e investigativa de aquélla, que ha sentado cátedra y formado escuela en diferentes espacios de la vida cultural y académica del país y de varios países de América Latina desde donde concurren estudiantes para formarse con un nuevo perfil, nuevas actitudes y nuevas responsabilidades personales y sociales.

Sin temor a equivocarme podría decir que los diferentes rumbos, visiones y compromisos que encontramos en el Perú, dentro y fuera de las universidades especialmente públicas, a partir de los años 80 del siglo anterior, se deben a “La Católica” gracias particularmente a los estudios de postgrado que muchos docentes “provincianos” tuvimos la suerte de seguir allí en diferentes áreas del saber y la formación académica y, sobre todo, gracias a ese nueva forma de expresión del ser humano, de perfil docente, de estilo de trabajo y de clima cultural signado por la tolerancia, la libertad de pensamiento, la profundidad analítica y el compromiso social que allí ha germinado y ha sentado escuela, para desesperación de los grupos sociales más retardatarios y obtusos del país que, como el arzobispo Cipriani, tiemblan ante el pensamiento libre, plural y democrático, como debe tener toda universidad, absolutamente alejado de dogmas bizantinos, sumisiones medievales, prejuicios arcaicos y autoritarismo ideológicos.

“La Católica” viene a ser también, en el pensamiento y la reflexión, una suerte de parteaguas entre el pensamiento y la actitud dogmática, maximalista y de materialismo prehistórico cultivado, luego de la muerte del Amauta José Carlos Mariátegui, y a lo largo de gran parte del siglo XX, por mentalidades subordinadas e idiosincrasias autodenominadas de izquierda, y una mentalidad social más bien cognoscitiva y epistemológicamente abierta al cambio, al pensamiento serio y al desarrollo permanente, en un compromiso real y efectivo por la transformación y el desarrollo del país.

Allá por los años 60 y 70 del siglo XX las aulas universitarias públicas estaban fuertemente infestadas por un pensamiento manualista y esclerotisado, de un marxismo deformado, caricaturesco, metafísico, mecanicista y positivista que reducía toda la realidad social a la contradicción entre “base” y “superestructura” y entre actores (clases sociales) cuya configuración y naturaleza estaban solamente en la cabeza hueca y deformada de ciertos capitostes que hicieron de la universidad su forma de vida, pero no en la vida real de una sociedad que estaba cambiando aceleradamente como consecuencia del “desborde popular” (como inteligentemente señalara Matos Mar) de los años 50 hacia adelante, y otros fenómenos más que se producen en las décadas subsiguientes incluyendo la “globalización”, la configuración de una “economía mundo”, la caída del “socialismo real” y la ofensiva neoliberal que sobreviene como consecuencia de todo ello. Pensamiento y doctrinarismo que, cual metástasis abominable corroe las neuronas de los militantes y no militantes de los viejos y paquidérmicos partidos políticos, destemplando, frenando las voluntades de quienes estaban dispuestos a motorizar reales y razonables modificaciones en el perfil societal, económico, cultural y político del país, y produciendo, al final de cuentas, ese monstruo de la violencia llamado “sendero luminoso”. Realidad universitaria compleja y difícil que no fue, sin embargo, la única porque en “La Católica” se desarrollaba ya, por esos años, una nueva forma de entender la cultura, la política y la academia absolutamente discrepante con esa otra realidad obscura y medieval del pensamiento universitario que, al final de cuentas, es la forma y el contenido que ha servido mejor para ubicarnos en el mundo postmoderno, entender sus cambios, asumir las mejores alternativas y construir una cultura de la esperanza, del diálogo y de la interactuación democrática que, por lo que podemos comprobar, les sabe como “chicharrón de cebo” a todos aquellos acostumbrados al pensamiento en una sola dirección, a la calumnia fácil, a la imposición de sus propios criterios, a la violencia en sustitución de las ideas, al reclamo sin alternativas, al populismo estéril y a la nivelación social hacia abajo con todas sus consecuencias de mediocridad y desvalorización de la universidad pública.


EL PROYECTO CURRICULAR EN PUNO: RIESGOS Y AMBIGÜEDADES

La construcción y validación del Proyecto Curricular Regional (PCR) en Puno es un proceso que, como muchos sabemos, ha demandado un esfuerzo especial tanto de profesores especialistas y de aula, de directivos institucionales del sector educación, como de la propia sociedad civil organizada; proceso de algunos años ya que, a la fecha, viene produciendo iniciales frutos importantes especialmente en el rendimiento y la formación de aquellos estudiantes comprendidos en el área de la validación del PCR. En educación, es bueno reiterarlo, los efectos e impactos son visibles básicamente en horizontes temporales mayores a los usualmente utilizados para apreciar otras realidades.

El sentido, naturaleza y orientación de este proyecto ha colisionado, indudablemente, desde un inicio con la matriz cultural del Diseño Curricular Nacional (DCN) impuesto tradicionalmente por el Ministerio de Educación, porque el substrato cultural y pedagógico sobre el que se afirma responde a las reales necesidades, problemas, características y tendencias socioculturales de una región, como la nuestra, históricamente despojada de su capacidad de elegir con libertad la mejor opción para el desarrollo individual y colectivo. De donde, era esperable la oposición con mil lenguajes y mil actitudes del nivel central gubernamental hacia esta iniciativa colectiva de imaginación, pensamiento y razonamiento descentrado, entendida también como una capacidad humana central que ningún individuo ni colectivo político puede negar porque ello es parte de una vida humana buena.

El argumento utilizado, desde siempre, por el oficialismo para recusar y reprimir toda iniciativa académica y pedagógica diferente al pensamiento educativo centralista, como es el de “garantizar la unidad nacional” apelando a la uniformidad curricular nacional, ha sido desbaratado reiteradamente por el pensamiento moderno y libre que, apoyado en la ciencia y la cultura, ha demostrado con creces que este “argumento” no es sino un pretexto para mantener, en el fondo, el centralismo educativo del cual queremos liberarnos raigalmente y, sobre todo, la concepción, representación social e ideología de un “eurocentrismo” que beneficia a las clases tradicionalmente propietarias en el país. No perdamos de vista que la educación es un medio esencial para la edificación de un “habitus” necesario al sistema global vigente y a los primero beneficiarios de ese sistema: los grandes grupos de poder económico, social y cultural.

El proceso de descentralización que experimenta el país, aun con todas sus limitaciones, ha permitido la articulación de una voluntad inicial importante en la perspectiva de construir un nuevo sentido común sobre la educación y nuevas propuestas para realizar la educación en los espacios “subnacionales” como, en este caso, el PCR y otras propuestas que se vienen gestando en otras regiones del Perú, en un esfuerzo enorme que seguirá siendo enorme todavía porque el cambio de la educación no es sólo cambio en sus normas e instrumentos de gestión, sino básicamente en la “representación social” y los comportamientos de las personas. Este proceso, articulado organizacionalmente en el nivel de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR), en el contexto de la implementación del Programa Estratégico “Logro de Aprendizajes al finalizar el II Ciclo”- PELA, determinó “precisar algunos temas relacionados a la implementación de las actividades de la estrategia LAP”, como la siguiente precisión: “Los gobiernos regionales deben asegurar que la implementación de la Estrategia LAP esté articulada con los Proyectos Regionales (el subrayado es nuestro), los Proyectos de Inversión Pública y otras intervenciones similares que se estén dando en la región”. Algo sin duda importante, porque ello habría permitido un reforzamiento de valor significativo en la aplicación del PCR, especialmente por el lado de los recursos económicos que, para el caso de Puno, ascienden a aproximadamente tres millones de soles de los 87.4 millones de nuevos soles “asignados directamente a los pliegos de los gobiernos regionales”.

La debilidad en la capacidad de negociación regional y la propia imposición del nivel central, seguramente, han permitido que la orientación en la implementación de este programa estratégico, y el manejo de los recursos, sea copada por el nivel central del Ministerio de educación y no por la región, con la derivación preocupante de que esta orientación, como se está visualizando ya, no responde a la filosofía, concepción y diseño curricular del PCR sino al DCN; grave problema que debe ponernos en alerta porque, en la medida en que ello prospere, se avanza al estrangulamiento del PCR a manos de los capacitadores desplazados desde el nivel central y de las capacitaciones con un substrato cultural e ideológico diferente a la matriz cultural propugnada por el PCR. Y todo ante nuestros propios ojos y la estulticia de no seguir bregando por la afirmación de nuestras políticas de desarrollo educativo. Urge, en consecuencia, un toque de alerta ante esta situación y la apertura de espacios en la sociedad civil para la discusión de este recodo crítico que amenaza con limitar y negar nuestra capacidad de intelección, de enfoque y de gestalt, es decir, de mirada de lo nuestro y desde lo nuestro en un proceso de interculturalidad y de libertad que ya nadie puede negar.