lunes, 13 de diciembre de 2010

ELECCIONES Y EL FALSO DILEMA DE LO “ANTISISTEMA” Y LO “PROSISTEMA”

A medida que transcurren rápidamente los días electorales y electoreros para que la población peruana elija en las urnas el próximo mes de abril, al nuevo Presidente del país e integrantes del Congreso de la República, los nervios de los principales candidatos y hacedores de la política nacional, como el Presidente actual de la República Alan García Pérez, parecen alterarse irremisiblemente en desbarradas de altura, apuñalamientos a mansalva, cargamontones pandillescos de callejón, dolores de estómago y hasta aflojaduras estomacales de apresurados correteos.

El triunfo de Susana Villarán a la alcaldía de Lima en representación de una izquierda centrista de perfil más que moderado, ha producido una imprevisible modificación en la relación de fuerzas políticas y en el ánimo atrabiliario de la “clase política” nacional acostumbrada a la languidez de una vida política previsible y circular. Un indicador de ello es, sin lugar a dudas, la búsqueda afanosa y desesperada de alianzas tanto en la vereda de la “derecha” como de la “izquierda”, guiadas absolutamente por el sentido pragmático de no perder el reconocimiento oficial y legal y colocar el mayor número de congresistas en un Congreso de lejos incapaz de imponer una política sanamente democrática y coherente, en el sistema político peruano.
En este escenario el sambenito (¿estrategia, engaña muchachos, pendejada?) de la derecha para aplastar cualquier posibilidad política real de la izquierda ya sea en la figura de Ollanta Humala, Susana Villarán u otros de menor calibre, para acceder al gobierno con el voto ciudadano mayoritario, consiste en la utilización del refrito argumento aquel de que la izquierda constituye una alternativa antisistema y que élla (la derecha) más bien sería la expresión de un prosistema inevitable y aceptado por todos. La construcción ideológica interesada de la derecha en cuanto al “antisistema” es una construcción que radicaliza a propósito lo “antisitema” para igualarlo a lo “antisistema” de la izquierda ortodoxa antidiluviana que asumía años atrás la contestación al capitalismo como la negación 100% de las relaciones sociales de producción (propiedad privada de los medios de producción, apropiación de la plusvalía, distribución desigual de la riqueza, etc.) capitalistas, a partir de la captura del poder político generalmente a través de la vía violenta dirigida, en primer lugar a derrotar el “aparato militar” de la burguesía en el poder. Pero ¿es posible realmente esta voluntad “antisistema”? No, definitivamente no, porque las premisas estructurales del capitalismo de la segunda revolución industrial, sobre las que se sostenía la propuesta se han diluido o transformado en la era de la tercera revolución industrial, la globalización y la “sociedad del conocimiento y la información”, y porque la experiencia fracasada del “socialismo real” ha demostrado que lo “antisistema” de esta edad de piedra de las ideologías no resultó ser sino la cobertura ideológica de la matriz capitalista con otras denominaciones y otros bribones en representación formal de una “clase obrera” que nunca llegó a estar efectivamente en el poder político de estos países.

¿Cuál es, entonces, el “sistema real” que le interesa cuidar en el fondo a la derecha política en el Perú? Es el sistema del neoliberalismo voraz, individualista y deshumanizador fruto del Consenso de Washington, que da fortuna, poder y felicidad a unos cuantos pero hambre, miseria e infelicidad a la mayor parte de seres humanos que habitan este país multicultural, plurilingüe y multiétnico. Es el sistema de los gigantes y poderosos y de los políticos serviles que comen las migajas de las mesas de los ricos, o que engordan gracias a una corrupción galopante e indetenible con la complicidad de un Estado construido para servir a los pocos y poner a raya a los muchos. Es, mejor dicho, este sistema particular, concreto y viviente el que defienden los poderes reales del país de los grandes tagarotes y los plumíferos a sueldo, cuando le saltan al cuello a todo aquel que intente siquiera modificarlo, transformarlo o superarlo.

La polarización de fuerzas, en ese caso, no es ni podría ser entre “antisistemas” primafásicos, radicales y violentistas de una izquierda neardenthaloide, y una derecha “prosistema” genéticamente cavernaria embanderada con la defensa “heroica” del capitalismo histórico; sino más bien entre quienes, como la derecha política y las grandes transnacionales, que quieren seguir manteniendo sus elefantiásicos privilegios, regalías y gangas promovidas y permitidas por la clase política ignorante y corrupta del país, y quienes cuestionan raigalmente esta emperrada conducta sin necesariamente poner en tela de juicio la matriz estructural del modelo capitalista en el Perú.

Si analizamos todas las propuestas provenientes de las agrupaciones de izquierda en sus diferentes matices: izquierda, centro izquierda, protoizquierda, casi izquierda, etc. vamos a encontrar repeticiones y coincidencias fundamentales, incluso hasta con segmentos honestos de la derecha o centro derecha, en cuanto al tema de la organización económica y social, la distribución de la riqueza, la vida democrática en el país, la defensa de los recursos naturales y el medio ambiente, etc. que, al final de cuentas apuntan a una superación del modelo neoliberal por un modelo “con rostro humano” capitalista es cierto, pero no “salvaje” y estupidizante como el capitalismo duro y empaquetado propugnado por el neoliberalismo y sus adláteres, como viene ocurriendo ya en otras realidades donde la marcha fúnebre del neoliberalismo prácticamente se ha iniciado con todos sus cánticos corales y ritos mortuorios.

Definidas estas premisas entonces, ¿quiénes son realmente los “antisistema” y quienes los “prosistema”? Los “antisistema” son, es obvio decirlo, los que buscan y propugnan, como la izquierda llamada “moderna”, una reforma del capitalismo desde la orilla de lo popular, lo subalterno, lo pobre y lo marginal, apelando a las propias entelequias y espacios políticos del capitalismo ideológico auroral, como a nuevas visiones integradoras y modelos de convivencia humana que intentan superar las grandes contradicciones tradicionales; en tanto que los “prosistema” no vienen a ser sino los defensores a ultranza, de factura original y conversos, del neoliberalismo en su forma más dinosáurica que sacrifican en el altar del mercado los derechos fundamentales de los ciudadanos de a pié, les interesa un centavo el medio ambiente y los recursos naturales, como el agua, medio de vida insustituible de la gente sencilla, dentro de otras lindezas.