sábado, 25 de julio de 2009

EL NUEVO GABINETE, PROYECCIONES Y PRECISIONES

La crisis política del Gobierno, si bien es cierto que no tuvo salida por el lado de la censura del Gabinete Yehude Simon, planteada por la oposición, está teniendo una pálida excursión por el lado de la renuncia y el rezurcimiento del mismo con la entrada de más ministros apristas y cavernarios de derecha quienes, por orden del mismísimo Presidente de la República han de orientar su gestión, en esta etapa siguiente, de la administración alanista, hacia el “orden e inclusión” en el país.

El telón de fondo de las dos últimas crisis políticas del ápice del sistema político ha sido, indudablemente, la crisis económica mundial del capitalismo globalizado, anudado fuertemente, en relación de causa y efecto, con el desmoronamiento de la economía extravertida del país erigida, especialmente desde el mandarinato fujimorista, bajo el modelo neoliberal en franco proceso de desligitimación y compulsivo rechazo multitudinario en todas las regiones del Perú.

Sobre este telón de fondo se han gatillado los rechamos, demandas y protestas de casi todos los sectores sociales organizados, exigiendo al Ejecutivo, con el estilo de la llanta quemada, la soldadura de puentes, el empedramiento de carreteras y la quema simbólica de Alan García y Yehude Simon, diálogo ipso ipso y respuestas concretas en un escalamiento que, prácticamente, ha comprometido todos los espacios de vida pública de la nación.

El temperamiento popular, de paso, muy quisquilloso por el destino estercolario que han tenido las actas firmadas durante el premierato de Jorge del Castillo, no se ha venido mostrando muy animoso con las propuestas de diálogo del Ejecutivo salvo que, en este diálogo el primer involucrado sea el Premier, como de hecho ha tenido que serlo con un Yehude Simon convertido en un Mahatma Gandhi especializado en la firma de actas en un número tan abultado (más de 300) y tan quemante que seguramente más de un ministro del Gabinete parchado debe estar extremando el recurso a las aspirinas para calmar anticipados dolores de testa.

Peor todavía con un Presidente suelto en plaza que, salvo un breve interregno luego de los luctuosos y recusables sucesos de Bagua, no ha cesado un minuto siquiera de darle trabajo a la sinhueso con la retahíla de la “ingerencia extranjera”, la “infiltración extremista” y la intentota “antisistema”, como si los quejosos fueran una manga de mentecatos convensibles al primer juego de espejuelos y baratijas ideológicas de algunos doctrinarios voluntariosos. Tamaña “explicación” no es sino la destilación ideológica del pensamiento conservador y colonial eurocéntrico convencido de que “los de abajo” son estrábicos mentales por naturaleza y raza y, por ende, necesitados siempre de muletas y andamios para caminar. No entra en el caletre de esta gente la idea de que el pueblo y sus dirigencias también hablan, piensan, comparan, sintetizan, extraen lecciones de sus propias experiencias y trazan su destino en perspectivas históricas que el propio Haya de la Torre primafásico destacó con elocuente verbo.

En esta atadura de circunstancias alborotadas no se necesita mucho cacumen para anticipar más oleajes sociales en los próximos meses. La continuidad de la crisis que, en nuestro caso, recién empieza a tocar fondo escoltada por esa infaltable salpicadura ideológica conservadora endurecida, incitarán a la reedición de batacazos sucesivos, por mano propia o alterna, de la legitimidad del actual gobierno, del sistema político en irremediable descomposición y de los yehude simon que se alternen en el premierato.

Y el gobierno lo sabe. Sabe que la merma de la intemperancia social es fugaz y por ello juega a la posibilidad de convertir el menoscabo de los paros nacionales recientes en una derrota estratégica, y al afianzamiento de una política de “orden e inclusión” con arrebatos fascistoides como los que presagian Rafael Rey recocido derechista opusdeiano y otros de similar talante que, sin mayores merecimientos políticos y técnicos e incluso morales, integran el nuevo gabinete.

El sueño de producir una derrota estratégica de los movimientos sociales desmedulándolos ideológica y políticamente en el terreno, tan caro a las clases gobernantes, de las subjetividades e intersubjetividades, intenta hacerse realidad a través de una masiva manipulación mediática enfilada a enanizar las demandas sociales, desvirtuar los idearios y plataformas del largo plazo y chamuscar a las dirigencias gremiales y políticas nacionales y locales siguiendo el libreto trazado por el Presidente de la República. Juego manipulador en el que están cayendo, lamentablemente, más allá de la “gran prensa”, actores políticos y comunicadores menudos de los espacios locales con sus entendimientos y discursos de medio tramo encaminados, queriéndolo o no, a tronchar a los movimientos sociales de sus dirigencias naturales, con todos sus defectos y errores, y hasta oportunismos diríamos, pero dirigencias al fin de cuentas. Discursos ásperos, nihilistas y de acendrado pesimismo que cultivan la frustración y el desánimo y no la confianza, como es lo que se obtiene con la observación empirista del dato inmediato, la explotación del morbo, la desprivatización de la vida personal, la dictadura del caso sobre las tendencias sociales, la reducción biográfica de los hechos sociales (individualizada), y la crítica arrebatada sobre la superación dialéctica.

La artillería pesada también proviene de ideologías más o menos organizadas, especialmente fundamentalistas de una aparente izquierda atrabiliaria y dogmática y de un indigenismo sectario, descontando, como no, a ciertos rezagos de un anarquismo de derecha barnizado de regionalismo e historicismo decadente.

El catecismo con rancio olor a positivismo trasnochado de clases sociales cosificadas y autoreferenciales, del conocimiento “reflejo” de la realidad, de la dictadura de la economía sobre la cultura, del cambio social sólo posible a partir del Estado controlado despóticamente con la famosa “dictadura del proletariado”, del “centralismo democrático”, más centralismo que democracia, tapadera de la dictadura de pequeños segmentos sociales sobre los demás que son los más; de la violencia física que engendra, cual diosa metafísica, la ideología y la legitimidad de los iluminados; y de los manuales convertidos en el talmud de los fedayines y ayatollas criollos; el talmud que, cada cierto tiempo, pregona con labios mordaces y mediocres anécdotas el señor Lora Cam, filósofo de biografías y aventuras subterraneas, en escenarios donde el único discurseador es él.

La factualidad cultural de la indianidad alienada intelectualtemente en una metafísica autoreferencial, esencialista y excluyente que dicotomiza y paraleliza las trayectorias socioculturales, ontológicamente indialogantes, epistemológicamente incomunicables y éticamente irreductibles; es el otro factor que corroe, a su estilo, la convocatoria para una construcción de lo social de “todas las sangres”, desde el momento que en esta perspectiva todo se reduce a etnias inmaculadas y estamentos, desconociendo absolutamente el “factor clase social”, la interculturalidad de hecho y las tendencias reales (y no alucinadas) de la sociedad peruana en el mundo globalizado actual.

La crítica parcial, descontextualizada, hiperindividualizada y surrealista de algunos actores sociales que en su desempeño político efectúan, por el lado negativo, con desparpajo objetivista, respecto a los hechos sociales, tampoco contribuye a la cualificación de los movimientos sociales. Es el anarquismo desilustrado (el ilustrado y respetable fue el de Gonzáles Prada) de ciertos rescoldos de derecha con barniz tecnocrático que, desde sus pequeñas tiendas ideológicas, descomponen también los potenciales configurativos del movimiento social en Puno.

El “orden y la inclusión”, el otro aspecto de la estrategia neoliberal deslegitimada, no es sino el orden si o si (para ello están los ministros “duros”) de la “comunidad social” regimentada unitaria y despóticamente, como el gran sueño conservador donde las “masas” se encarrilan en la hegemonía impuesta “por la razón o la fuerza”, como reza el lema chileno. Pero ¿será posible hoy tamaña aventura?. ¿Será posible este camino derechista en un mundo social refundado experiencial y cognoscitivamente?. El debate continúa.