miércoles, 8 de abril de 2009

¿GOBERNAR CONTRA LA PARED O GOBERNAR CON INTELIGENCIA?

Art. Publicado en el Diario Los Andes del 05/04/2009

Lo peor que le puede ocurrir a un gobernante o administrador es gobernar con la daga en el cuello, es decir presionado por la movilización, los paros, la protesta y los desmanes sociales, porque ello define y articula, en el sentido común popular, un concepto y un estilo de relación entre gobernantes y gobernados, autoridades y usuarios así como entre Estado y sociedad civil, con grave perjuicio a la gobernabilidad de un país, región o provincia y a las posibilidades de progreso y desarrollo especialmente de las áreas más afectadas por esta manera de actuar. Sin embargo, pese a ello, un importante porcentaje de las “soluciones” alcanzadas por los demandantes sectoriales y regionales en el país, responden a esta perversa lógica de resultados contraproducentes tanto en el nivel de la sociedad global como de los diferentes espacios subnacionales, donde se definen y resuelven problemáticas de naturaleza y matices variados.

En el caso regional nuestro la muestra más elocuente de ello está en la “solución” a la demanda, entre otras, de los pobladores de Melgar por la ejecución de la carretera Santa Rosa-Nuñoa-Macusani, mediante un paro de varios días que afectó seriamente el tránsito entre Cusco y Puno, y que terminó torciéndole el brazo al Presidente Regional Hernán Fuentes obligado, por ello, a participar en una Mesa de Diálogo en el local de la Municipalidad Provincial de Melgar con asistencia de dirigentes de las organizaciones populares y alcaldes distritales. No bien se ha apagado este incendio ya se está gestando otro, este vez desde el lado sur de Puno, Yunguyo, donde se aceitan y calientan motores nuevamente contra el Presidente Regional exigiéndole el reinicio de la carretera Yunguyo-Copani-Zepita. Y así, seguramente que la inflación de demandas al Gobierno Regional, por la vía de los hechos o la “acción directa”, experimentará en el decurso de los meses siguientes un incremento acelerado imposible de aplacar sólo con las promesas formales y menos aún con el ninguneo y la excusa al diálogo, especialmente en un escenario global complicado y difícil para el país, como es el digitado por la crisis económica que, según todos los pronósticos, disparará más el descontento social y la protesta especialmente desde los sectores y grupos sociales más perjudicados que, en nuestro caso, tienen que ver con los pobladores rurales, urbano marginales, microempresarios, subempleados, informales, terciarizados y contratados, entre otros miles de trabajadores y productores que sobreviven en el oleaje de la crisis que ya nos está afectando irremediablemente, aunque algunos desinformados, despistados, insensibilizados socialmente y oficialistas subterráneos piensen lo contrario.

Los procesos sociales no se cocinan de un momento a otro, por lo intrincado de su composición y la variedad y ritmo de sus demandas, particularmente en el ámbito regional donde a los factores económicos, sociales y políticos de orden nacional se agregan los de factura regional y local, en una amalgama compleja cuya sedimentación, por lo común, necesita madurarse en un horizonte temporal de mediano plazo. En este caso, el arco del descontento más reciente tiene como punto de arranque acciones de política nacional y regional que afectan las condiciones de vida de la gente, desde la época de Toledo en que, a pesar del crecimiento económico nacional (“vacas gordas”), las clases sociales desposeídas, regionalmente no tuvieron la oportunidad de mejorar su status económico-social y territorial agravado por la mediocridad, corrupción y ausencia de perspectivas político-institucionales, de los liderazgos y administraciones regionales (dirigencias gremiales, presidentes regionales, directores, gerentes, alcaldes), que a lo más alcanzaron a administrar deficientemente la crisis del aparato estatal, en el marco de un majadero reclamo, sin alternativas, al Gobierno Central por la ya consabida “ampliación presupuestal”.

Nos hallamos, entonces, experimentando los efectos de procesos que vienen de atrás aderezados y potenciados por la cercanía de elecciones regionales y nacionales, y la crisis global que, en nuestro caso, ya está tomando cuerpo en la producción alpaquera, textil, minera y agrícola; en el campo de los servicios públicos y privados especialmente brindados por personal contratado, etc., que políticamente necesitan de respuestas más inteligentes, priorizadas, concertadas, densificadas y articuladas, con características tales como las siguientes:

- Voluntad política activa para inteligir y resolver creativamente las demandas sociales del medio regional, adelantándose, de ser posible, a los acontecimientos de envergadura estratégica. Eso de que los problemas si no los resuelve alguien, se resuelven solos, ya no tiene validez en las actuales circunstancias.

- Eficiencia y eficacia en la gestión institucional, rompiendo los paradigmas y moldes burocráticos que limitan e inefectivisan las iniciativas y respuestas en materia de acciones y proyectos de intervención.

- Diálogo y concertación, crítica y activa, en todos los ámbitos del desenvolvimiento estatal regional, actuando con transparencia, información y oportunidad. La revitalización de las mesas de concertación es un importante paso en esta perspectiva, pero también de las asambleas informativas, cabildos y otras formas de consulta que viabilicen espacios de encuentro cara a cara para la discusión y la concertación.

- Manejo inteligente de las relaciones y contradicciones con el poder central pensando, en todo momento, que el vértice de las preocupaciones e intereses de los liderazgos regionales y locales es el pueblo que necesita mejorar y prosperar en su calidad de vida y en lo que se ha venido a denominar como “desarrollo humano”.

- Lucha a fondo contra la corrupción, en todas sus formas y modalidades, que petardea seriamente la moral social y vuelve más pobres a los pobres del campo y la ciudad.

EL NEOLIBERALISMO EN EL CALLEJÓN

Art. Publicado en el Diario Los Andes del 15/3/2009

“Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y
es no resignarse”
Ernesto Sabato

Qué interesante es discutir con los neoliberales, aunque no sea directamente y sólo de pasada. Digo ello porque si bien se trata de una polémica entre Juan Carlos Tafur, redomado neoliberal, de los maximalistas, con Alberto Adrianzén, no resistimos la tentación de meter la cuchara porque, en el fondo, los razonamientos y cuestionamientos de aquel, tocan de alguna manera las convicciones de quien escribe el presente artículo.

Con motivo de una respuesta de Alberto Adrianzén al artículo de Tafur: “La izquierda vegetariana muestra los dientes” (Perú 21 del 15/02/2009), este último responde con otro bajo la denominación “La izquierda entre el desván y el callejón” (Perú 21 del 01/03/2009), desnudando mucho mejor las limitaciones teóricas de su pretendido seso académico e ilustrado y el opacamiento de su relumbrón anterior, que no puede esconder tras los adjetivos y endeble dicacidad que, para salir del paso, utiliza cargantemente.

De inicio el atrabiliario neoliberal plantea per se el eje del debate en el sentido de que “el tema de fondo es si la crisis actual es el inicio del fin del capitalismo”, considerando que “este es un debate que marcará la propia campaña electoral venidera”. Lo que significa, entonces, que toda la cavilación desarrollada en el artículo de marras debería estar orientada a demostrar, desde su parecer, que la crisis no es el fin del capitalismo, algo que no sucede en absoluto. Nada de lo dicho por Tafur en relación a la crisis del capitalismo y su posible acabose tiene que ver con el “tema de fondo” que el mismo lo plantea. Vagabundea como un trasgo desorientado por los temas del capitalismo mercantilista, la incidencia del sistema regulatorio del capitalismo en la crisis actual; lanza, de pasada, algunos denuestos desabridos contra Paul Krugman y, como no, Stiglitz, que no son santos de su devoción; además se acuerda de una añeja “observación” que derechistas decimonónicos le hicieran a Marx en el sentido de que “iba a ocurrir, y pronto, la crisis terminal del capitalismo, pero no fue así”; para concluir pateando el tablero con la lastimosa afirmación de que “las crisis no son de ahora, siempre han existido desde los orígenes del capitalismo y no dejarán de ocurrir”. Es decir, para nuestra sorpresa y desilusión, puro moco de pavo, retórica y politiquería derechista, tomando sus propios términos.

La crisis actual no es el fin del capitalismo, amigo Tafur, sino los espasmos de un capitalismo vetusto experimentados cíclicamente, con resultados cada vez más nefastos para la clase laboral del mundo y el pueblo en general; por razones que obran en las condiciones estructurales de este sistema y no simplemente en sus reguladores, y que lo marcan a hierro desde sus orígenes, como las siguientes:

- La contradicción estructural entre los factores de producción, donde destaca la energía laboral y el “capital intelectual” de la clase trabajadora, y la forma cómo se distribuye la masa de valor producida, en un proceso donde los medios de producción fundamentales son de propiedad (burocrática y funcional) exclusiva de la clase dominante.

- La contradicción entre la naturaleza social de la producción y la apropiación privada de sus resultados en términos de bienes y servicios, con la consecuencia de una alienación generalizada del género humano, manifestada en la inversión ideológica de la realidad por la que las cosas producidas por el ser humano (bienes, dinero) lo someten y dominan como si tuvieran vida propia.

- La avidez de la clase propietaria parasitaria por obtener cada vez más ganancias y superganancias, alimentada por la disminución creciente de la cuota de ganancia y las contradicciones económicas intercapitalistas por hacerse de más y mejores mercados en el mundo, que conduce a una inexorable sobreproducción relativa en un mercado anárquico e impredecible que, dadas las condiciones de miseria en que viven las clases populares, no puede ser absorvida, rentablemente para el capitalista cayéndose, en consecuencia, en los estados cíclicos de recesión y depresión. La crisis actual, precisamente, responde a esta lógica manifestada, de inicio, en el estallido de la burbuja financiera y su expansión, a continuación, al sector de la economía real (industria) con secuelas inmediatas en las condiciones laborales y de vida en la población sencilla (despidos, vacaciones forzadas, congelación de sueldos y salarios, reducción del presupuesto para políticas sociales, etc.).

El capitalismo sólo tendrá término histórico cuando el ser humano explotado, marginado y humillado se avenga a una nueva hegemonía ideológica, política y cultural, alternativa a la vigente impuesta por la clase propietaria; supere su condición de unidimensionalidad por la de un ser humano más bien multidimensional; deje su estado de “hombre masa” molecular para adoptar, por el contrario, el de “hombre colectivo activo, crítico y emancipado”, y deje de creer en las tonterías de sentido común normalizador que los publicistas, como Carlos Tafur, han inoculados ancestralmente en la conciencia de los dominados para aherrojarlos dulzonamente al sistema vigente. Eso quiere decir, en otros términos, que este sistema carcomido hasta el tuétano; material y moralmente atáxico; alucinado en sus propias fantasías; irracional en sus costumbres y de falsas gualdrapas, así como de utopías entecas, sólo pasará a mejor vida cuando un superhombre colectivo nietzscheano se encargue de darle el empellón necesario. Antes no.

Si el debate que se avecina gira en torno a esta temática, como predice Tafur; en hora buena, porque así la campaña electoral se libraría de tantas estupideces que, candidatos de medio pelo pero de mucha plata, mañas y conchudez, han embutido a la población votante ilusionada, aun, con la idea de un “mesías” salvador circunstancial de tanta alma en pena, que nos traiga el “paraíso terrenal”, como aquellos outsider que han proliferado, como la plaga, desde los años 80, transportando como resultado, más bien, pillaje a caudales del dinero público y una delirante gestión mediocre.