domingo, 26 de agosto de 2012



                                              UNIVERSIDAD Y CURRÍCULO



Uno de los roles importantes de la universidad es la formación de sus estudiantes en relación a las diferentes opciones profesionales que ofrece, entendiéndose por formación el desarrollo integral de los mismos a partir de sus propias potencialidades, donde el papel y la responsabilidad del docentes universitario es fundamental en calidad de mediador entre el aprendiz y la cultura organizada y condensada en lo que se conoce como el currículo universitario.

La formación en consecuencia no es la simple instrucción, el adiestramiento y menos el adoctrinamiento de los estudiantes. Comprende la instrucción pero no se reduce a ella, del mismo modo que, en ciertas áreas de preparación curricular, comprende también el adiestramiento, y rechaza absolutamente el adoctrinamiento porque atenta contra la libertad y la autonomía del aprendiz y, porque, mediocriza el aprendizaje de los estudiantes. Para ello el docente universitario no “dicta” clases, término infeliz que corresponde a una ya superada etapa docentecéntrica donde el estudiante aprende por la imposición y la vigilancia vertical del docente. El docente “desarrolla” una clase calificándose como mediador cultural en el aprendizaje y la formación de los discentes.

La formación universitaria, planteada en estos términos, tiene significación y legitimidad en sí misma y en relación a una utopía concreta: el perfil de salida del estudiante. La significación en sí es la importancia que tiene la formación del ser humano como ser humano, como miembro activo de una sociedad y como un ciudadano consciente de su realidad; en tanto que la formación hacia una utopía concreta, viene a ser la formación integral del futuro profesional capacitado para desenvolverse exitosamente en el mundo laboral complejo y aceleradamente cambiante. Formar y desarrollar es, entonces, una responsabilidad más compleja que enseñar y “dictar” clases.

La formación en sí y para la utopía concreta, por la complejidad que ello supone institucionalmente hablando, y porque es la institución, a través del colectivo académico-social que la constituye, quien tiene la responsabilidad de amalgamar, integrar en una sola perspectiva y orientar el conjunto de elementos, componentes y procesos de la formación académico-profesional, en un proceso total armónico, coherente y evaluable, debe ser asumida y gestionada de una manera racional y coherente. Racionalidad que se instrumentaliza mediante la planificación curricular universitaria que comprende las etapas del diseño curricular, la ejecución curricular, la evaluación curricular y la realimentación curricular. El no proceder de esta manera simplemente conduce a la dispersión y la anomia curricular que es el fracaso de la universidad en la realización de su rol fundamental cual es la formación de sus estudiantes.

Existen muchas definiciones y conceptos de currículo en general y de currículo universitario en particular, pero más allá de esos conceptos que a veces son tomados simplemente de una manera formal, artificial y como para salir del paso en una responsabilidad curricular y académica, lo que debe interesarnos es el sentido del currículo en su fase de diseño que es bastante simple: el currículo es lo que se piensa o se considera hacer académicamente en la universidad en cada carrera profesional, de forma tal que eso que se piensa hacer debe asumir un grado racional de concreticidad manejable, gestionable y evaluable que, sólo en su ejecución, demostrará la bondad de lo pensado. Por ello el currículo, como dicen algunos, es también una hipótesis sólo demostrable en el proceso de su ejecución, pero una hipótesis en el más alto nivel de su formulación.

La necesidad de planificar el currículo universitario encuentra, en estas consideraciones básicas, su más importante justificación.

La fase del diseño del currículo es la fase cardinal para todo que viene después: ejecución, evaluación y retroalimentación, porque dependiendo de la calidad del diseño dependerá, en gran medida, la calidad de las fases subsiguientes en la planificación curricular. Es la fase donde el cuerpo docente, que es el cuerpo de los especialistas institucionales, siguiendo una serie de trayectorias metodológicas produce el documento plan curricular (currículo formal) que contiene un juego de componentes relacionados entre sí, interinfluyentes y orientados a la formación integral de los estudiantes y a la formación académico profesional de los mismos. En el diseño curricular aparece, así, lo propio de la formación de los estudiantes y la utopía concreta de la formación (perfil de salida, básico o ideal del currículo).

El diseño curricular es, entonces, un esfuerzo colectivo cognoscitivo, epistemológico, científico, cultural y ético de sistematización, selección, redefinición y producción de contenidos procedimentales, conceptuales y actitudinales, a ser desarrollados en los espacios de aprendizaje de la universidad (salón de clases, laboratorios, etc.). Este esfuerzo es, como se dijo más arriba, un esfuerzo mediador entre la cultura universal y nacional y quienes aprenden, por lo que la mediación implica información, investigación, criterios de selección y producción de contenidos. No es fácil ni debe ser fácil porque aquí se juega la legitimidad cultural y epistemológica de lo que se aprende. Lo fácil indudablemente es la “copia” y el asumir acríticamente contenidos de otras realidades que sirven a los intereses culturales de esas realidades pero no a las nuestras. En crítica a esta propuesta se dirá seguramente que la globalización borra las diferencias en aras del bien supremo de una ciencia, una tecnología y una cultura “vitrina”, que es la ciencia, la tecnología y la cultura de los países “centro”. Pero no es así, la globalización globaliza pero también particulariza, homogeniza pero también diferencia; detrás de lo cual bulle lo universal y lo originario nacional, que el currículo tiene la responsabilidad epistemológica, cultural y ética de asumir creativa, propositiva y contestariamente. No nos olvidemos que este ha sido y es exactamente el camino que en sus sistemas universitarios han asumido los países centro: ir desde una perspectiva nacional hacia el mundo dominado por las cruzadas y avanzadas de sus propios empresarios en el afán de expandir el mercado necesario a sus intereses mercantiles.





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