jueves, 16 de octubre de 2008

¿INDIANISMO O MARXISMO?: ENCRUCIJADA DILÉMICA DEL FUNDAMENTALISMO ÉTNICO AL REVÉS

Art. publicado en Los Andes del 12-10-2008

El periódico Pukara número 35 trae artículos de interés polémico que invitan a la reflexión y al debate, especialmente el artículo de Ayar Quispe (“Marxismo y antimarxismo en la obra de Ramiro Reynaga”), que plantea seriamente y con especial agudeza, refiriéndose a Ramiro Reynaga, tres temas de fondo que, en lo particular, convocan mi atención y mi discrepancia. No sucediendo lo mismo con la larga disquisición de Aureliano Turpo (“Las lógicas de pensamiento cósmico tawantinsuyano”) quien también escribe en este número del periódico y, como siempre, apelando a relamidos adjetivos occidentales “burgueses” (que dizque abjurar), se desvive por incinerar ideológicamente al “colonialismo mental que impulsaron Mariátegui y Haya de la Torre en el Perú republicano”; salvo, quizás, es honesto reconocerlo, en la segunda parte de su artículo donde vuelve a masticar sesudas ideas sobre el “pensamiento cósmico tawantinsuyano”, como una forma de absolutizar su distanciamiento de todo lo que no provenga, no sea y no pertenezca al indio original, inmaculado y de natural ser.

Yendo, entonces, a los asuntos de fondo, y separando el trigo de la paja, existen tres afirmaciones de Ayar Quispe sobre la temática en cuestión que vale la pena colocarlas en la bandeja del interés cognoscitivo para su inmediata discusión:

a) Que, el marxismo pretende introducirse de afuera hacia adentro de la “realidad india”, “indianizándose” y “poniéndose poncho y ojotas”. En consecuencia, como no ha sido creado a partir de la realidad india, no sirve como un medio teórico y práctico de conocimiento y transformación de esta otra realidad.
b) Que, el “indio” vive aislado, separado y encerrado en sí mismo y, es más, que “el indio ha destruido deliberadamente todos los caminos hacia él. Y nadie en el mundo tiene la receta para romper su hermetismo”.
c) Que, aprender el marxismo es colonizarse y dejar de ser uno mismo. “El indio sufre, en consecuencia, una colonización del pensar al aprender el marxismo”... “el marxismo lleva al indio por el camino de la desindianización”: se aleja de su pensar para pensar la lucha libertaria en otros términos” (sic).

La “introducción” del marxismo o “filosofía de la praxis”en la conciencia social es un tema que tiene diferentes ángulos y complejidades:

a. Ontológicamente, tiene como punto de partida la capacidad y posibilidad del pensamiento humano de ir más allá de sí mismo y trascender hacia la otredad, mediante el reconocimiento del otro como sujeto válido de interlocución y de búsqueda de identidad, a partir y en relación de ello, de uno mismo.

b. Cognoscitiva y epistemológicamente, la “filosofía de la praxis” tiene una matriz teórica en permanente proceso de construcción y afiatamiento histórico demostrada en la práctica social, una y mil veces, con avances y retrocesos, errores y aciertos, como toda teoría social que, en la historia, ha buscado ocupar un lugar especial en los procesos de cambio de la humanidad. Su cuestionamiento raigal, desde este punto de vista, no es posible sino a partir de la filosofía sistémica (ordenada, coherente, racional, lógica), como todas aquellas filosofías que, desde el Siglo XIX han pretendido, desde las canteras de la derecha intelectual, más o menos, rebatir o superar las tesis marxianas. No es posible, en consecuencia, pretender seria y creíblemente, cremar la “filosofía de la praxis” apelando a la filosofía espontánea y la ideología, sin demostración científica y racional de lo que se afirma. A la filosofía espontánea porque, si bien es cierto que conduce en la vida real, la vida de los sujetos sociales, es profundamente contradictoria y acrítica en sí misma; y a la ideología, porque utiliza de manera consciente o inconsciente ilusiones e incluso errores, dando por sentadas sus ilusiones (caso Turpo) y declinando ponerlas en duda, sin buscar contradicciones entre un supuesto fáctico y otro supuesto fáctico.
La negación hidrófoba que hacen los intelectuales del supuesto “indianismo”, sobre el marxismo, en este sentido, no evade la filosofía espontánea y la ideología. Es más, se puede decir que se trata de una negación que se engendra, nace y se cría en los pechos lánguidos de la filosofía espontánea y la ideología, sin fuerza, per se, para confrontar con una racionalidad eficaz y menos para autrascenderse como una filosofía sistémica, así como van las cosas, para el cambio social. Como ideología se pueden decir muchas cosas, pero basadas en hechos exprofesamente seleccionados, en pruebas muchas veces imaginarias, donde no interesa la verdad científica sino el ideal, llegándose a “conclusiones verdaderas” a partir de premisas preconcebidas, en uno u otro sentido, pero sin arribar al remate teórico y práctico final.

c. Políticamente, la asimetría social traducida en clases, grupos y categorías sociales (disimuladas, encubiertas y tonteadas por “jerarquias de responsabilidad y no de poder”) conduce activamente, más allá de la fragmentación social inducida por las clases dominantes y hegemónicas (como ahora con la ideología y las políticas neoliberales), a la cualificación cultural, ideológica y política de una clase o segmento social, apoyada en diferentes condiciones materiales, en términos de una hegemonía teórica, además de política ciertamente, para el cambio histórico. De una teoría capaz de, como la “filosofía de la praxis”, interpretar el sentido profundo de lo social problémico y encontrar el encauzamiento racional de la praxis humana para, a partir de allí, proyectarse (“introducirse”) a la conciencia y voluntad del conjunto social en un sentido emancipador y liberador. Si el “indianismo” lograra articular una concepción holística, conceptual, convocante y metodológica, de bases originalmente firmes, no hay duda de que estaría en la línea de una nueva filosofía de la praxis; una línea que implica requisitos tan importantes como los siguientes:

- Reconocimiento de las asimetrías estructurales traducidas en la desigualdad e inequidad social, la injusticia, la exclusión y la explotación social.

- Reconocimiento de la pluralidad sociocultural y la posibilidad y necesidad del diálogo intersociocultural y de una interculturalidad crítica y liberadora.

- Apertura activa a la otredad, porque no es posible el cambio social sin la construcción de una hegemonía ideológica, política, cultura y moral, en cuanto al conjunto de clases y grupos sociales de la formación social nacional y regional.

- Afirmación en una utopía social creíble cuya naturaleza convoque el interés y la voluntad de las mayorías sociales. Esa utopía, a mi entender, y en relación a las circunstancias de vida actuales, no puede dejar de ser socialista mariateguista.

Pero cómo podría el cenáculo de intelectuales “indianistas” aspirar a edificar, más allá del “floro” cósmico, una filosofía de tal envergadura si, de cuajo, bajan la vista y entierran la cabeza cuando se trata de asumir la realidad social con todas sus profundas asimetrías económico-sociales y las consecuencias teóricas y prácticas que de aquí se derivan; rehuyen, con mil idiomas, el tema de la pluralidad sociocultural dialogante, dejándose atrapar en la unicidad cultural y el fundamentalismo étnico al revés; lanzan dardos suicidas contra la interculturalidad porque, dizque, tiene “procedencia occidental”; se encierran con mil candados, murallas y fosos, en el monólogo cultural y atavismos arcaicos; y, en fin, despliegan una utopía social “retornista” de mirada pasadista. ¿Cómo?