martes, 29 de julio de 2008

EL MENSAJE DEL 28: SIN NOVEDADES EN EL FRENTE

El mensaje presidencial del Dr. Alan García Pérez con motivo de las Fiestas Patrias peruanas, ha respondido a dos tipos coyunturales de presión: la crisis mundial que afecta severamente al capitalismo globalizado y que, en consecuencia, dada nuestra condición de subordinación y dependencia económica, nos afecta directamente, y, la caída ostensible en el nivel de su probación ciudadana especialmente en el sur, centro y oriente del país.

La primera presión, irresistible por lo demás, dado el modelo económico neoliberal que impulsa el gobierno aprista, lo ha obligado a reconocer, con mirada hacia delante, y en una lamentación tardía, la gravedad de la crisis capitalista mundial, traducida en el “alza brutal” de los precios del petróleo y los alimentos, y sus efectos perversos en la economía nacional, derivando de allí una visión sombría y descorazonadora en cuanto a los posibles escenarios que se abren desde el corto plazo y hacia delante, acompañados de medidas de política como la reducción del gasto público y el mantenimiento del Fondo de Estabilización del combustible para amortiguar la subida del precio del petróleo cuya incidencia en el crecimiento de la inflación es preponderante.

La segunda presión, ha compelido al Dr. Alan García a desarrollar un mensaje con mirada hacia atrás, a lo que se ha hecho hasta la fecha, porque parte del supuesto que la baja aceptación de su gobierno en la opinión pública se debe a falta de información sobre lo que el gobierno viene realizando. Entonces hemos tenido a un Jefe de Estado desplegando un farragoso discurso de obras y números, es decir de instrumentos de política, que ha hecho cabecear a más de un aburrido asistente al hemiciclo congresal. Un discurso que al estar desprovisto de objetivos de política no ha posibilitado la formación, en la percepción ciudadana, de una visión de conjunto sobre lo que se quiere hacer como crecimiento del país, en el tiempo que le resta de gestión gubernamental. Los instrumentos de política (obras, presupuesto, proyectos) de por sí no definen el rumbo de una gestión ni menos permiten una evaluación seria de la misma. Pero la pregunta que queda flotando en el ambiente es: ¿todo este esfuerzo de obras y números despejará realmente dudas en la población nacional?, y así ¿se hará el milagro de una mejoría en la aceptación social del gobierno aprista? Lo dudo.

Si la mirada hacia delante nos ha mostrado un panorama “realista” y, hasta cierto punto, una tímida voluntad autocrítica ha carecido, sin embargo, de precisiones importantes como, por ejemplo, en el tema de la inflación y su control que ha quedado en manos de la imaginación y la capacidad técnica del nuevo Ministro de Economía. No podemos dejar de tener en cuenta, además, que la frasecita aquella de “reducción del gasto público” encierra connotaciones preocupantes para el crecimiento del país y, particularmente, para el mejoramiento de las condiciones salariales de la población como, verbigracia, en cuanto a recursos de inversión pública para el financiamiento de proyectos regionales y locales que, según esta decisión de política, serán analizados con lupa antes de que el Ministerio de economía proceda a darles luz verde, y en cuanto a la mejoría de las condiciones salariales de la clase laboral que, en esta línea, seguirán comprimidas. Para la ortodoxia neoliberal (o “perrohortelátina” del Dr. Alan García) la lucha contra la inflación no puede dejar de transcurrir por la disminución del gasto y la inversión pública, que sólo constituye el 12% de la demanda interna, y no por la afectación de los intereses y gollerías del gran capital como son las rebajas arancelarias y una estructura tributaria privilegiante de los impuestos indirectos que representan el 48% del total recaudado, maltratándose a las clases populares. La lectura entre líneas del mensaje nos conduce, entonces, a la siguiente conclusión que la clase gobernante no quiere explicitarla en todos sus términos: que estamos ingresando al periodo difícil de “vacas flacas” como resultado de la crisis mundial del capitalismo y, al mismo tiempo, como consecuencia (aunque esta parte del diagnóstico no lo quieran asumir) de las equivocadas políticas impuestas desde los gobiernos anteriores y que, el actual, se desvive por mantener y profundizar con toda su crudeza.

La mirada hacia atrás, hacia lo hecho, como una forma de ganar audiencia y aceptación popular, al mismo tiempo, es una mirada trunca, sin perspectivas ni visión de futuro porque es más de lo mismo y, en consecuencia, no enlaza popularmente con nada alentador salvo para los tradicionales grupo de poder económico que jamás en estas circunstancias pierden.

¿Qué ha quedado en el tintero? Muchas cuestiones sobre las que los peruanos seguimos esperando respuestas: la descentralización que, hasta el momento, sólo ha merecido la transferencia de un 20% de funciones desde el nivel central; el incremento de sueldos y salarios; la reforma del canon minero; la reforma tributaria; las sobreganancias mineras; la corrupción y la universidad pública que hasta el momento sigue en espera de una nueva Ley que le posibilite salir de la crisis en que se halla sumergida, entre otras.

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domingo, 27 de julio de 2008

CONFIEP: PROPUESTAS QUE SON MÁS DE LO MISMO


A escasos días del mensaje presidencial la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP) que agrupa a más de 20 organizaciones del capital privado en el Perú, presentó 126 propuestas al Presidente Alan García que, según sus representantes, forman parte de una “agenda todavía pendiente” de reformas en el país. No habiendo duda que el propósito de esta propuesta ha sido el de buscar su inclusión en el mensaje presidencial por Fiestas Patrias y, al mismo tiempo, su asunción por el Ejecutivo como parte de las políticas “perrohortelánicas” en marcha, luego del viraje ideológico y programático que viene experimentando la más alta conducción política aprista del país.
Algo que destaca en estas propuestas (no precisamente por su novedad sino por su rudimentaria testarudez) es el pedido siguiente del gremio empresarial: que el personal que empieza a trabajar en una empresa sea contratado con menos derechos laborales “con el fin de flexibilizar el mercado laboral y crear más empleo” - lo que significaría, dentro de otras cosas, menos vacaciones y una menor indemnización por despido injustificado-; más flexibilidad en el despido para reducir los sobrecostos; e implementar incentivos tributarios a las empresas para que adopten programas de capacitación para sus empleados. Pedidos todos ellos que, en materia sociolaboral, insisten en la clásica fórmula de la clase dominante criolla encapsulada al dominio imperial por mejorar su capacidad competitiva y ampliar sus ingresos, desmejorando las condiciones de la clase laboral peruana especialmente en cuanto a salarios, estabilidad laboral y salud, que no es sino fruto de su insensibilidad social tradicional y su incapacidad orgánica para competir en el mercado nacional y mundial de una forma más moderna, apelando a otros mecanismos del capitalismo “globalizado” como, por ejemplo, el mejoramiento de la tecnología, la elevación de la capacidad productiva de la gente, etc.
Más de 15 años de neoliberalismo salvaje aplicado a mansalva sobre millones de peruanos, no han sido suficientes para esta clase pudiente y sus ávidos intereses económicos de acumulación gracias a los inmensos beneficios otorgados por la política neoliberal, digitada por el FMI y el BM e iniciada por el fujimontesinismo y continuada por Toledo y el actual gobierno aprista que, en el ingreso a un nuevo escenario rubricado por la crisis irremediable del modelo neoliberal, todavía sigue pensando en la reproducción de sus intereses a costa, en gran medida, de la superexplotación de la clase laboral que nos ha retrotraído, en muchos casos, a los escenarios de trabajo deprimentes del siglo XIX.
La estructura del reparto del excedente económico que ha venido creciendo significativamente desde el año 2002, ha seguido una línea claramente conveniente a los intereses del capital, como herencia de las reformas económicas y laborales de la primera mitad de los años 90, que le permitieron a la clase dominante un mejor posicionamiento –capacidad de negociación- en la distribución del excedente entre utilidades, impuestos y remuneraciones. Sin embargo, con la revitalización del movimiento social ante la incapacidad del modelo neoliberal para afrontar una redistribución más equitativa en un marco de inflación en auge, que amenaza con pulverizar los magros económicos de este gobierno en materia de reducción de la pobreza, todo indica que el poder distributivo que ostenta, hasta hoy, la clase dominante, ingresa por la lisa de su resquebrajamiento; razón más que suficiente para sorprendernos la concepción dinosáurica con la que ésta pretende seguir acumulando ganancias apelando a la miseria de sus trabajadores peruanos.
Como la modificación sustancial en la capacidad de reparto del excedente económico entre utilidades (clase empresarial), impuestos (Estado) y remuneraciones (trabajadores), es un asunto, en el fondo, absolutamente político, la inclinación de la balanza por el lado de los trabajadores necesita de una alteración raigal en el plano de la política que les otorgue a éstos un mayor poder de negociación y de presión al Estado neoliberal. En otros términos, la clase laboral necesita elevar su protagonismo político en materia de organización, unidad, programa y movilización; es decir, hacer todo lo contrario a lo que pregona y le interesa a la clase propietaria de dentro y fuera del país.

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