sábado, 21 de febrero de 2009

SOBRE LA IZQUIERDA VEGETARIANA Y LA DERECHA CARNÍVORA

Cada cierto tiempo, cuando la derecha hepática y atrabiliaria del país, en todas sus formas, se encuentra en problemas, asustada, sobreexitada y encogida en su laberinto mediático, no falta algún títere ideológico que se lanza al ruego presto a su defensa, como, no faltaba más, el archiliberal Juan Carlos Tafur quien no hace mucho ha publicado un artículo denominado como “La izquierda vegetariana muestra los dientes” en el Diario Perú 21 del 15/02/2009.

Deshollinando el susodicho artículo de toda una mescolanza de calificativos, sandeces, mentiras y medias verdades, encontramos en el transfondo de la situación las razones por las cuales el ofuscado articulista de marras se desgarra las vestiduras y se llena la cabeza de ceniza, emprendiéndola quijotezcamente contra la izquierda del país:

- El recuerdo, que le quema en vivo las entrañas hasta privarlo de la respiración, de la tesis de que “la crisis que ha surgido en el epicentro económico del mundo equivalía para el capitalismo como la caída del muro de Berlín fue para el comunismo…“ y que, en razón a ello, “políticos, intelectuales y periodistas de nuestra izquierda resucitasen los axiomas más duros del marxismo respecto del inminente colapso del modelo capitalista”; y

- La afirmación ya conocida por medio mundo sobre el “agotamiento productivo del modelo neoliberal, su triste final, su hora negra, el anuncio del nuevo orden”.

Los neoliberales, liberales de la boca para afuera pero estúpidamente autoritarios, egocéntricos y arrogantes in pectore, pueden ser condescendientes con todo y con todos, incluso con la voz disonante del economista Stiglitz, pero nunca con la puesta en tela de juicio de la estabilidad del sistema capitalista y el modelo neoliberal en que se expresa en su actual etapa de “capitalismo tardío”, donde la derecha carnívora, como la que representa Tafur, quiere seguir comiendo a carrillos llenos hasta indigestarse. La morfología contradictoria del capitalismo adolece, desde sus orígenes, de un achaque fatal que lo conduce desgraciadamente, desde la crisis de los tulipanes del siglo XVII, a reiterados ciclos de crecimiento, crisis y caídas cada vez más dolorosas y traumáticas, traducidas, en este último caso, en la recesión y depresión que arrastra en un proceso de quiebra terrible a miles de empresas, con millones de parados y gente sumida en la miseria y el abandono, porque el Estado burgués no puede darse abasto para atender con sus políticas sociales de “ayuda” a todos los afectados. “La inconmensurable lenidad y torpeza de los funcionarios de gobierno y políticos”, a los que hace alusión Carlos Tafur, y la angurria de un grupo de grandes financistas, como aquellos de la ruleta rusa en que se ha convertido Wall Street, no constituyen, sino, la chispa que enciende el barril de pólvora preparado por la burguesía y toda su subalternidad, siguiendo el trágico sino marcado por las duras leyes “naturales” del capitalismo económico. En su tramo más reciente, estas leyes han configurado una crisis de exceso de capital en el terreno de la especulación financiera como una respuesta escapista a las dificultades de acumulación en la órbita de la producción real, debido a la disminución de la productividad y, por ende, de la cuota de ganancia del capital internacional. Las crisis de sobreproducción financiera y real, responden a la naturaleza intrínsecamente anárquica del sistema capitalista fruto de sus escisión en unidades individuales que necesitan competir entre sí para obtener un espacio en el mercado erigido como el “dios” regulador de las transacciones económicas; mientras que la caída de la productividad es consecuencia de la nivelación en la cuota de ganancia resultado de la nivelación tecnológica que van logrando todas las unidades económicas, por el mismo proceso de competencia desbocada a que se ven sometidas. No le falta razón, por ello, a Jurgen Schuld, prestigio economista, al cual no se le puede tildar de izquierdita o algo parecido, cuando señala que “desde los años setenta en adelante (…) el crecimiento se redujo sustancialmente, con lo que se cumplió la hipótesis de las “ondas largas de kondratieff”, de acuerdo con las cuales las economías industriales avanzadas crecen a elevadas tasas durante dos o tres décadas, pero que luego declinan como consecuencia de la sobreproducción a la que lleva el optimismo ciego de los mercados y que señala el agotamiento de las innovaciones en los sectores productivos claves, desacelerando su desenvolvimiento por un lapso prolongado parecido hasta que surge una nueva manada tecnológica. Es esa la historia de sobresaltos repetitivos del capitalismo desde que se procesó la revolución industrial de fines del siglo XVIII, en que hemos transitado por cuatro de esos extendidos ciclos y no sabemos cuándo ni cómo se daría el siguiente salto cualitativo que permita rejuvenecer su aparato productivo” (LR: 8/2/2009); algo semejantemente señalado, también, por David Leohnhardt en el New York Times del 1/1/2009, a quien, Carlos Tafur, en su empacho neoliberal, le podría denominar igualmente como una despectiva “letanía sesentera de las izquierdas” “a contrapelo de los tiempos”.

La ceguera neoliberal del fundamentalista derechista Tafur le impide hacer una distinción seria y ponderada entre Keynes (mayor expansión de la demanda interna mediante un mayor gasto e inversión pública y recortes tributarios, entre otros) y la teoría marxista, de modo tal que todo aquello que tenga alguna traza de intervención del Estado en la economía ya es de izquierda o pinta de izquierda, con lo que el capitalismo norteamericano con Obama al frente, resultarían, en estos momentos, con su plan de salvación de la economía imperial, furibundos hacedores de socialismo en la economía del norte. Por ello mismo, la ceguera de Tafur le impide siquiera olfatear la crisis del modelo neoliberal, reconocida hoy hasta por los más encumbrados gurús del sistema, y como no puede verla en su real profundidad, ni menos entenderla le lanza la siguiente censura a García: “en este sentido, si algo está haciendo mal García frente a la crisis, es no acelerar las reformas liberales que faltan, no aprovechar la bonanza para invertir en infraestructura (para crecer sostenidamente debería invertir alrededor del 10% del PBI en ello), etc. Peca de conservador, no de liberal. ¡Y no es venial el pecado por cierto!”. Para Carlos Tafur el programa alanista del “perro del hortelano”, neoliberal por lo cuatro forros, míresele por donde se le mire, se le queda chico según puede verse. Él quiere más neoliberalismo, es decir más de lo que nos ha llevado a una situación donde los de arriba (incluyendo él mismo) han aumentado su adiposidad y los de abajo su enjutez, durante todos estos años de neoliberalismo a la diabla que estamos soportando los peruanos.

jueves, 19 de febrero de 2009

DE TEORÍA Y TEORÍAS: UNA PUNTUALIZACIÓN NECESARIA

La crisis actual de las denominadas metanarraciones o grandes proyectos históricos de la humanidad (tradicionalismo, liberalismo, anarquismo, marxismo, humanismo, etc.), ha dado lugar al brotamiento de preproyectos que, expresiones o representaciones de clases o grupos sociales tradicionalmente marginados y subordinados, intentan erigirse en una nueva substancialidad universalista mediante la apelación, entre otros, a la confrontación y descalificación apresurada de proyectos anteriores como es, sin ir muy lejos, la Teoría Crítica desde la perspectiva marxista o Filosofía de la Praxis.
El relativamente fácil expediente de medrar y pretender audiencia a costa del descrédito del otro, recordemos, es la manera habitual de proceder en el terreno del sentido común y la inteligencia corta e infecunda. Mucho de la polémica ideológica y política del Siglo XX en los escenarios de la actividad práctica se ha desenvuelto, desgraciadamente, bajo esta nada inteligente ni ética forma de proceder que más que demostrar supuestas falsedades en los argumentos contrarios, demuestra la pobreza teórica de los propios.
Se trató, en todo caso, de un estilo perverso de deliberación, debate y convencimiento, bueno para el formalismo hueco y emocional de la coyuntura, pero no para la edificación seria y coherente de nuevas teorías y enfoques que den cuenta de la realidad y de sus posibilidades transformativas. De un estilo que fluye desmañadamente, como se puede evidenciar, por todos los resquicios neuronales de los análisis e interpretaciones, que se desviven por construir ciertos nuevos “gurús” del autodenominado indigenismo latinoamericano.
A todo lo largo del surgimiento y desarrollo de la Teoría Crítica, desde el Siglo XIX hacia delante, han aparecido, como ahora, “sepultureros” y notificantes del óbito del pensamiento marxista, o, en todo caso, de su agonía final y pronta desaparición; sin que nada de ello ocurriera realmente. Uno de los anuncios (reprimidos deseos, esperanzas deslumbrantes) fue el que hiciera Francis Fukuyama, con su desacertada tesis del “fin de la historia” con tan ridículo desenlace años después; semejantemente al de muchos anunciantes que brotaron como hongos luego de la caída del “muro de Berlín” y el “socialismo real”; y más recientemente, como acabamos de decir, un rancio indigenismo atrabiliario deseoso de tomar la posta de los fracasados incineradores anteriores de la Teoría Crítica.
¿Por qué, entonces, esta capacidad regenerativa y sobrevivencial de la Teoría Crítica marxista?. Algunas de las razones son las siguientes:

a) El pensamiento marxista constituye, en su dimensión científica, la única teoría demostrada que ha logrado eviscerar minuciosamente al sistema capitalista y colocar en la mesa de la examinación pública la lógica de funcionamiento y las leyes que presiden el origen, naturaleza y fin del mismo. Empeño en el cual han fracasado todas las teorías o pseudo teorías burguesas subsumidas, desde su inicio, en la ideología oficial prevaleciente.

b) La opción del pensamiento marxista por los desposeídos, marginados y excluidos del mundo que, a no dudarlo, constituyen las clases y grupos humanos del campo y la ciudad, explotados y sobreexplotados de la sociedad moderna capitalista y su periferia subdesarrollada; opción basada en el conocimiento sistemático y científico de la estructura social y del poder, y en la ética del compromiso social y político con las clases subalternas.

c) La permanente asunción teórica de las particularidades que, el capitalismo en todas sus fases, ha venido presentando en el trayecto de su historia, como ahora, en su fase “tardía”, que está mereciendo una multiplicidad de ingresos analíticos al problema de la crisis de la crisis financiera y productiva del mismo.

Si bien es cierto que la Teoría Crítica tiene como su cuna de origen al mundo europeo capitalista en el Siglo XIX, por causas que la investigación y el pensamiento social han puesto al trasluz abundantemente, sería irresponsable intentar desprender de ello la peregrina idea de que su validez es sólo posible en ese mundo europeo moderno; por las siguientes consideraciones importantes:

- Al ser la ciencia, por su propia naturaleza, universal y potencialmente universable más allá de atavismos y geografismos sincrónicos, la Teoría Crítica en su dimensión científica posee la legalidad de todo conocimiento científico para buscar su reconocimiento académico junto a otras teorías y paradigmas como, por ejemplo, el paradigma organicista e individualista que operan desde las vertientes del sistema vigente.

- Los sujetos sociales que, por su ubicación en la trama relacional socioeconómica como “hombres masa”, al necesitar de una teoría para trascender el sombrío mundo de la economía hacia el mundo de la libertad (ciudadanía consciente y autorregulada), encuentra en la Teoría Crítica el mejor, y posiblemente único, instrumento conceptual para desenvolver su actividad cognoscitiva crítica y su praxis para la modificación real de sus condiciones de vida. Estos sujetos, en la época del capitalismo tardío se han pluralizado pero no han desaparecido, a pesar de las múltiples transformaciones que viene experimentando la sociedad capitalista por efectos de la globalización, la postmodernidad y el neoliberalismo.

- Es la mejor teoría sistemática y coherente capaz de interpretar y reinterpretar al sistema capitalista desde las coordenadas intelectuales que operan “sobre” el sistema y no “en” el sistema. De allí que su preocupación no juega por el lado de la mirada “normalizadora”, liberal o tradicional de las clases gobernantes y sus intelectuales orgánicos sino, más bien, de la mirada de la “sospecha” que no se traga las ruedas de molino ideológicas, con las que el cotarro neoliberal se desvive por hacer comulgar a la masa de desprevenidos hombres y mujeres de la sociedad civil.

Siendo así, la pretensión del liberalismo ultramontano y del indigenismo tradicionalista ultraconservador, diferente del indigenismo crítico moderno, democrático y emancipador, abierto al diálogo intercultural, no vendría a ser otra que la de privar a los sujetos sociales y sus colectividades, de la oportunidad y del derecho a optar por su transformación, como decía Gramsci, de “hombres masa corporativos” y moleculares, en “hombres libres, críticos y emancipados”, capaces de alterar estratégicamente sus condiciones de vida para transformarse, así, ellos mismos.
¿Lo señalado puede ser un fenómeno de “colonización mental y política”, como errada y perversamente ambiciona hacer creer, también, el neoliberalismo e indigenismo substancialistas? Todo indica que no.
La colonización y el colonialismo son conceptos que proyectan la idea de un centro dominante y de una periferia dominada, como es algo que de hecho se ha dado y supervive, de alguna manera, en las relaciones asimétricas impuestas por el capitalismo en su proceso de expansión mundial. En el campo dela cultura y las ideas, esto mismo funcionó, con sus peculiaridades en todos aquellos espacios donde las instituciones del poder dominante se proyectaron hacia las clases subalternas con la predeterminada intención de cooptar el cerebro de la alteridad dominada y consolidar, así, la dominación instituida como “derecho” de los vencedores sobre los “vencidos”. Consiguientemente la colonización no es sinónimo de “descentramiento”, de salir fuera de sí y mirar la otredad, como de mirarse a sí mismo mirando a la otredad; porque si fuera así terminaríamos mirándonos sólo a nosotros mismos que es como no mirarnos, o un imposible social porque el ser humano, en su configuración antropológica, no puede dejar de ser social, en una sociabilidad no determinada por la geografía , los atavismos, ni la cacofonía de los diferencianismos absolutos, sino por la naturaleza humana universal.
La colonización ideológica, en todo caso, sólo puede ser tal si es que la epistemología abierta y de líneas múltiples, es reemplazada por el dogmatismo fundamentalista, que oprime el cerebro de los demás con las tablillas conceptuales alucinantes de un pensamiento único instituido autoritaria y despóticamente con el catecismo “civilizador al revés”, de una doctrina que sólo se descubre y no se construye. En cuyo caso resultan siendo colonizadores tanto el pensamiento fosilizado de un pseudo marxismo mecanicista y manualista, al estilo del “marxismo” de Lora Can, como de un neoliberalismo doctrinal y cerril, y un indigenismo pasadista y conservador en todos sus extremos.