jueves, 19 de febrero de 2009

DE TEORÍA Y TEORÍAS: UNA PUNTUALIZACIÓN NECESARIA

La crisis actual de las denominadas metanarraciones o grandes proyectos históricos de la humanidad (tradicionalismo, liberalismo, anarquismo, marxismo, humanismo, etc.), ha dado lugar al brotamiento de preproyectos que, expresiones o representaciones de clases o grupos sociales tradicionalmente marginados y subordinados, intentan erigirse en una nueva substancialidad universalista mediante la apelación, entre otros, a la confrontación y descalificación apresurada de proyectos anteriores como es, sin ir muy lejos, la Teoría Crítica desde la perspectiva marxista o Filosofía de la Praxis.
El relativamente fácil expediente de medrar y pretender audiencia a costa del descrédito del otro, recordemos, es la manera habitual de proceder en el terreno del sentido común y la inteligencia corta e infecunda. Mucho de la polémica ideológica y política del Siglo XX en los escenarios de la actividad práctica se ha desenvuelto, desgraciadamente, bajo esta nada inteligente ni ética forma de proceder que más que demostrar supuestas falsedades en los argumentos contrarios, demuestra la pobreza teórica de los propios.
Se trató, en todo caso, de un estilo perverso de deliberación, debate y convencimiento, bueno para el formalismo hueco y emocional de la coyuntura, pero no para la edificación seria y coherente de nuevas teorías y enfoques que den cuenta de la realidad y de sus posibilidades transformativas. De un estilo que fluye desmañadamente, como se puede evidenciar, por todos los resquicios neuronales de los análisis e interpretaciones, que se desviven por construir ciertos nuevos “gurús” del autodenominado indigenismo latinoamericano.
A todo lo largo del surgimiento y desarrollo de la Teoría Crítica, desde el Siglo XIX hacia delante, han aparecido, como ahora, “sepultureros” y notificantes del óbito del pensamiento marxista, o, en todo caso, de su agonía final y pronta desaparición; sin que nada de ello ocurriera realmente. Uno de los anuncios (reprimidos deseos, esperanzas deslumbrantes) fue el que hiciera Francis Fukuyama, con su desacertada tesis del “fin de la historia” con tan ridículo desenlace años después; semejantemente al de muchos anunciantes que brotaron como hongos luego de la caída del “muro de Berlín” y el “socialismo real”; y más recientemente, como acabamos de decir, un rancio indigenismo atrabiliario deseoso de tomar la posta de los fracasados incineradores anteriores de la Teoría Crítica.
¿Por qué, entonces, esta capacidad regenerativa y sobrevivencial de la Teoría Crítica marxista?. Algunas de las razones son las siguientes:

a) El pensamiento marxista constituye, en su dimensión científica, la única teoría demostrada que ha logrado eviscerar minuciosamente al sistema capitalista y colocar en la mesa de la examinación pública la lógica de funcionamiento y las leyes que presiden el origen, naturaleza y fin del mismo. Empeño en el cual han fracasado todas las teorías o pseudo teorías burguesas subsumidas, desde su inicio, en la ideología oficial prevaleciente.

b) La opción del pensamiento marxista por los desposeídos, marginados y excluidos del mundo que, a no dudarlo, constituyen las clases y grupos humanos del campo y la ciudad, explotados y sobreexplotados de la sociedad moderna capitalista y su periferia subdesarrollada; opción basada en el conocimiento sistemático y científico de la estructura social y del poder, y en la ética del compromiso social y político con las clases subalternas.

c) La permanente asunción teórica de las particularidades que, el capitalismo en todas sus fases, ha venido presentando en el trayecto de su historia, como ahora, en su fase “tardía”, que está mereciendo una multiplicidad de ingresos analíticos al problema de la crisis de la crisis financiera y productiva del mismo.

Si bien es cierto que la Teoría Crítica tiene como su cuna de origen al mundo europeo capitalista en el Siglo XIX, por causas que la investigación y el pensamiento social han puesto al trasluz abundantemente, sería irresponsable intentar desprender de ello la peregrina idea de que su validez es sólo posible en ese mundo europeo moderno; por las siguientes consideraciones importantes:

- Al ser la ciencia, por su propia naturaleza, universal y potencialmente universable más allá de atavismos y geografismos sincrónicos, la Teoría Crítica en su dimensión científica posee la legalidad de todo conocimiento científico para buscar su reconocimiento académico junto a otras teorías y paradigmas como, por ejemplo, el paradigma organicista e individualista que operan desde las vertientes del sistema vigente.

- Los sujetos sociales que, por su ubicación en la trama relacional socioeconómica como “hombres masa”, al necesitar de una teoría para trascender el sombrío mundo de la economía hacia el mundo de la libertad (ciudadanía consciente y autorregulada), encuentra en la Teoría Crítica el mejor, y posiblemente único, instrumento conceptual para desenvolver su actividad cognoscitiva crítica y su praxis para la modificación real de sus condiciones de vida. Estos sujetos, en la época del capitalismo tardío se han pluralizado pero no han desaparecido, a pesar de las múltiples transformaciones que viene experimentando la sociedad capitalista por efectos de la globalización, la postmodernidad y el neoliberalismo.

- Es la mejor teoría sistemática y coherente capaz de interpretar y reinterpretar al sistema capitalista desde las coordenadas intelectuales que operan “sobre” el sistema y no “en” el sistema. De allí que su preocupación no juega por el lado de la mirada “normalizadora”, liberal o tradicional de las clases gobernantes y sus intelectuales orgánicos sino, más bien, de la mirada de la “sospecha” que no se traga las ruedas de molino ideológicas, con las que el cotarro neoliberal se desvive por hacer comulgar a la masa de desprevenidos hombres y mujeres de la sociedad civil.

Siendo así, la pretensión del liberalismo ultramontano y del indigenismo tradicionalista ultraconservador, diferente del indigenismo crítico moderno, democrático y emancipador, abierto al diálogo intercultural, no vendría a ser otra que la de privar a los sujetos sociales y sus colectividades, de la oportunidad y del derecho a optar por su transformación, como decía Gramsci, de “hombres masa corporativos” y moleculares, en “hombres libres, críticos y emancipados”, capaces de alterar estratégicamente sus condiciones de vida para transformarse, así, ellos mismos.
¿Lo señalado puede ser un fenómeno de “colonización mental y política”, como errada y perversamente ambiciona hacer creer, también, el neoliberalismo e indigenismo substancialistas? Todo indica que no.
La colonización y el colonialismo son conceptos que proyectan la idea de un centro dominante y de una periferia dominada, como es algo que de hecho se ha dado y supervive, de alguna manera, en las relaciones asimétricas impuestas por el capitalismo en su proceso de expansión mundial. En el campo dela cultura y las ideas, esto mismo funcionó, con sus peculiaridades en todos aquellos espacios donde las instituciones del poder dominante se proyectaron hacia las clases subalternas con la predeterminada intención de cooptar el cerebro de la alteridad dominada y consolidar, así, la dominación instituida como “derecho” de los vencedores sobre los “vencidos”. Consiguientemente la colonización no es sinónimo de “descentramiento”, de salir fuera de sí y mirar la otredad, como de mirarse a sí mismo mirando a la otredad; porque si fuera así terminaríamos mirándonos sólo a nosotros mismos que es como no mirarnos, o un imposible social porque el ser humano, en su configuración antropológica, no puede dejar de ser social, en una sociabilidad no determinada por la geografía , los atavismos, ni la cacofonía de los diferencianismos absolutos, sino por la naturaleza humana universal.
La colonización ideológica, en todo caso, sólo puede ser tal si es que la epistemología abierta y de líneas múltiples, es reemplazada por el dogmatismo fundamentalista, que oprime el cerebro de los demás con las tablillas conceptuales alucinantes de un pensamiento único instituido autoritaria y despóticamente con el catecismo “civilizador al revés”, de una doctrina que sólo se descubre y no se construye. En cuyo caso resultan siendo colonizadores tanto el pensamiento fosilizado de un pseudo marxismo mecanicista y manualista, al estilo del “marxismo” de Lora Can, como de un neoliberalismo doctrinal y cerril, y un indigenismo pasadista y conservador en todos sus extremos.

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