domingo, 27 de julio de 2008

CONFIEP: PROPUESTAS QUE SON MÁS DE LO MISMO


A escasos días del mensaje presidencial la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP) que agrupa a más de 20 organizaciones del capital privado en el Perú, presentó 126 propuestas al Presidente Alan García que, según sus representantes, forman parte de una “agenda todavía pendiente” de reformas en el país. No habiendo duda que el propósito de esta propuesta ha sido el de buscar su inclusión en el mensaje presidencial por Fiestas Patrias y, al mismo tiempo, su asunción por el Ejecutivo como parte de las políticas “perrohortelánicas” en marcha, luego del viraje ideológico y programático que viene experimentando la más alta conducción política aprista del país.
Algo que destaca en estas propuestas (no precisamente por su novedad sino por su rudimentaria testarudez) es el pedido siguiente del gremio empresarial: que el personal que empieza a trabajar en una empresa sea contratado con menos derechos laborales “con el fin de flexibilizar el mercado laboral y crear más empleo” - lo que significaría, dentro de otras cosas, menos vacaciones y una menor indemnización por despido injustificado-; más flexibilidad en el despido para reducir los sobrecostos; e implementar incentivos tributarios a las empresas para que adopten programas de capacitación para sus empleados. Pedidos todos ellos que, en materia sociolaboral, insisten en la clásica fórmula de la clase dominante criolla encapsulada al dominio imperial por mejorar su capacidad competitiva y ampliar sus ingresos, desmejorando las condiciones de la clase laboral peruana especialmente en cuanto a salarios, estabilidad laboral y salud, que no es sino fruto de su insensibilidad social tradicional y su incapacidad orgánica para competir en el mercado nacional y mundial de una forma más moderna, apelando a otros mecanismos del capitalismo “globalizado” como, por ejemplo, el mejoramiento de la tecnología, la elevación de la capacidad productiva de la gente, etc.
Más de 15 años de neoliberalismo salvaje aplicado a mansalva sobre millones de peruanos, no han sido suficientes para esta clase pudiente y sus ávidos intereses económicos de acumulación gracias a los inmensos beneficios otorgados por la política neoliberal, digitada por el FMI y el BM e iniciada por el fujimontesinismo y continuada por Toledo y el actual gobierno aprista que, en el ingreso a un nuevo escenario rubricado por la crisis irremediable del modelo neoliberal, todavía sigue pensando en la reproducción de sus intereses a costa, en gran medida, de la superexplotación de la clase laboral que nos ha retrotraído, en muchos casos, a los escenarios de trabajo deprimentes del siglo XIX.
La estructura del reparto del excedente económico que ha venido creciendo significativamente desde el año 2002, ha seguido una línea claramente conveniente a los intereses del capital, como herencia de las reformas económicas y laborales de la primera mitad de los años 90, que le permitieron a la clase dominante un mejor posicionamiento –capacidad de negociación- en la distribución del excedente entre utilidades, impuestos y remuneraciones. Sin embargo, con la revitalización del movimiento social ante la incapacidad del modelo neoliberal para afrontar una redistribución más equitativa en un marco de inflación en auge, que amenaza con pulverizar los magros económicos de este gobierno en materia de reducción de la pobreza, todo indica que el poder distributivo que ostenta, hasta hoy, la clase dominante, ingresa por la lisa de su resquebrajamiento; razón más que suficiente para sorprendernos la concepción dinosáurica con la que ésta pretende seguir acumulando ganancias apelando a la miseria de sus trabajadores peruanos.
Como la modificación sustancial en la capacidad de reparto del excedente económico entre utilidades (clase empresarial), impuestos (Estado) y remuneraciones (trabajadores), es un asunto, en el fondo, absolutamente político, la inclinación de la balanza por el lado de los trabajadores necesita de una alteración raigal en el plano de la política que les otorgue a éstos un mayor poder de negociación y de presión al Estado neoliberal. En otros términos, la clase laboral necesita elevar su protagonismo político en materia de organización, unidad, programa y movilización; es decir, hacer todo lo contrario a lo que pregona y le interesa a la clase propietaria de dentro y fuera del país.

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