domingo, 28 de septiembre de 2008

LECCIONES DE LA CRISIS DEL CAPITALISMO GLOBAL

Los Andes (28-09-2008)

El capitalismo mundial se debate en una dramática crisis económica que, de no funcionar los mecanismos de atemperamiento puestos en juego por el Estado norteamericano, podría advenir en la peor crisis de los últimos tiempos dada su dimensión, profundidad, complejidad y consecuencias.

Varios años de crecimiento neoliberal y de extasiados gritos faunescos de los intelectuales oficialistas y oficiosos, se están derrumbando como castillo de naipes, ante el maremoto de una crisis financiera incontenible hasta el momento, a pesar de los miles de millones de dólares invertidos por el gobierno norteamericano, en su afán por rescatar a la burguesía financiera de los bancos quebrados gracias a la locura, angurria y estupidez de este sector dominante del capitalismo “tardío” quien, en su insaciable apetito de dinero fácil, no ha tenido el menor empacho en extender miles y miles de préstamos subprime, es decir de alto riesgo, particularmente en el sector hipotecario, dando lugar a una desbocada burbuja de especulación que ha terminado por calcinar toda esperanza de autorrecuperación de grandes instituciones financieras privadas norteamericanas y crecientemente de otras realidades continentales (Europa, Asia).

El cuento del “fin de la historia” con el que Fukuyama quizo embrollar, hacen varios años atrás, a intonsos y desprevenidos cerebros, va quedando lapidado por los hechos duros, justamente de una historia mundial que se ríe a mandíbula batiente de estas ridiculeces ideológicas reafirmándose, con firmeza pétrea, en el sino de un horizonte amplio de transformaciones y posibilidades sin fin del ser humano, quien modificando activamente sus circunstancias de vida se transforma él mismo y se hace más grande en su humanidad.

Tienen, igualmente, que tragarse sus adelantadas predicciones neoliberal fundamentalistas quienes, neoliberales, conservadores y nihilistas de todo pelaje, hipnotizados y embrutecidos por los espejuelos baratos del Consenso de Washington que predicó la más absoluta libertad para el mercado y la enanización del Estado, en un contexto de crisis del “socialismo real”, pensaron que, también, había llegado el fin de la historia de la teoría socialista alzada sobre el pedestal de ese superpensador llamado C. Marx, desde el momento en que la teoría neoliberal, como antes la liberal, al exponer al trasluz toda su desnuda incapacidad para ofrecernos una interpretación creíble sobre lo que está ocurriendo en la médula del sistema capitalista, se ha comenzado, nuevamente, a recurrir a la economía política y la “filosofía de la praxis” para encontrar allí las respuestas necesarias y la inspiración de grandes soluciones que los temas del subdesarrollo, la explotación, la inequidad social y la democracia real, están esperando desde inmemorial fecha. Es más, quienes en el campo profesional creyeron que la economía ingenieril era suficiente para resolver los asuntos de la economía nacional, tirando por la borda la economía política, deben estar pensando cien veces en un futuro donde las herramientas cognoscitivas y gerenciales, no son suficientes, si es que no se asume la economía como una economía de seres humanos cruzados por el latigazo de la desigualdad humana, la diferenciación social estructural entre clases dominantes y dominadas, y la imposición de un sistema de dominación condensado en una hegemonía ideológica, política, cultural y moral de las clases gobernantes sobre las gobernadas.

Demás está decir que, en estas circunstancias, la teoría del “perro del hortelano” que, cada vez con menos entusiasmo, busca instalar en la mente de la gente desprevenida, el Presidente García, habrá de correr la suerte del fracasado neoliberalismo sistémico. Si antes de este ciclo de crisis, la propuesta “perrohortelánica” tuvo la mirada oblicua de la gente y reflexionada de los entendidos, en estos momentos, las fuerzas ciegas del mercado incontrolado se están encargando de darle el empujón final hacia el zanjón del entierro, a esta ideología que experimenta las sacudidas finales del óbito.

Dos o tres días de relativo ascenso de las bolsas de valores en el mundo, gracias a la inyección de sumas millonarias de dólares por el gobierno norteamericano, condujeron a la pasajera ilusión de que la crisis estaba resuelta o por resolverse; pero ha bastado un nuevo remesón de caída para que la realidad de la dimensión y profundidad de la crisis se imponga. Sin embargo, hay algo importante que está dejando esta traumática experiencia, en relación a la intervención del Estado para salvar a la plutocracia en quiebra, con los dineros de todos los ciudadanos, y es que si la intervención del Estado es “necesaria” en momentos de crisis del capitalismo, también puede y debe serlo en momentos de las aguas mansas donde se incuban estas crisis. En otras palabras, si el Estado burgués puede intervenir al capital en los momentos de su fracaso, también lo puede hacer en todos los momentos dentro de lo que vendría a ser un control sistémico de la propiedad privada, de su lógica reproductiva y racionalidad ganancial y acumulativa, buscando, a partir de allí, una mejor distribución de la riqueza y una efectiva orientación de la producción hacia metas de desarrollo nacional con equidad y justicia.

El oficialismo, liderado ideológica y políticamente, por el Presidente Alan García, se empeña en hacernos comulgar con otra gran rueda de molino (la primera fue la del “perro del hortelano”): la de que la crisis financiera que se aproxima aceleradamente a una recesión económica del capitalismo mundial, nos tocará sólo de pasada; y que sus efectos serán mínimos en nuestro país, porque tenemos “buenos indicadores macroeconómicos” (verbigracia crecimiento del PBI, inversión extranjera, reservas internacionales netas, tasa de inflación, etc.). Craso error, porque la alegre transnacionalización de nuestra economía impulsada sin pausa por éste y otros gobiernos anteriores, descuidando la producción nacional en rubros vitales de la economía para satisfacer nuestro mercado interno, nos ha esmirriado en nuestras posibilidades de enfrentar la crisis. Hoy, somos más vulnerables que antes ante las desdichas del capitalismo mundial y sus tendencias destructivas, imponiéndose, en consecuencia, la necesidad de repensar el tema de los modelos económicos, la naturaleza de las políticas y estrategias y de la representación política en las estructuras del poder central. Tarea bastante exigente, por desgracia imposible de ser acometida por el oficialismo que ha perdido el sentido de la realidad y la derecha política autista y esterilizada en vislumbres socialmente refundamentadores, sino por una nueva “intelectualidad orgánica” todavía en ciernes.

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