jueves, 20 de noviembre de 2008

CRISIS ECONÓMICA, CRISIS DEL SISTEMA Y LAS TRAMPAS IDEOLÓGICAS DEL NEOLIBERALISMO

Publicado en el Diario Los Andes del 16-11-2008-11-20

La crisis actual del sistema capitalista mundial y sus efectos en la economía nacional está conllevando interpretaciones a cual mejor y para todos los gustos, muchas de ellas guiadas y barnizadas por la inteligencia neoliberal y sus dogmáticas tesis neoclásicas sobre la naturaleza del capitalismo, como parte de un esquema al que denomino como una “trampa ideológica”, destinada a parametrizar nuestras ideas y reflexiones en la lógica de la crisis económica misma y no en la lógica del sistema, buscando producir la “ilusión óptica” de una “normalización” de la realidad según la cual “el sistema es así”, “no hay de qué preocuparse”, “el vendaval ya pasará”, “estas cosas suceden cada cierto tiempo”, “ hemos tenido crisis semejantes en el pasado”, etc. etc.

En tal propósito estos neoclásicos se despachan a su gusto, por anga y manga, rumiando cifras y más cifras sobre indicadores de la economía mundial que, al final de cuentas, no dicen nada en cuanto a las reales causas de la crisis, o las causas más profundas, causas que rebasan largamente la tragedia del capital financiero para introducirnos en los soportes mismos de la economía mundial capitalista: las relaciones económico-sociales de producción, es decir la forma como se encuentra económicamente organizada la sociedad capitalista mundial, con clases propietaria y clase desposeída, y cómo esta clase propietaria (burguesa, capitalista) convertida en imperial, ha organizado las cosas de tal manera su lógica rentista, parasitaria y ganancial, vía mercado “libre” y con el apoyo del Estado, se vea siempre y, cada vez más, vorazmente satisfecha sin límite alguno. Digo sin límite alguno porque, como alguna vez dijera Aristóteles, lo material (léase económico, dinero, comodidades materiales) nunca llena.

Lo que está en crisis, en consecuencia, no es simplemente una esfera de la economía mundial, como quisieran los mucamos del capital, ni la causa está únicamente en un grupo de “ambiciosos” y “angurrientos” financieros norteamericanos que “han movido mal sus fichas” en el terreno hipotecario al prestar dinero a grupos sociales “de riesgo”, sino todo el sistema que por su lógica ganancial y sus incuestionables leyes conduce cada cierto tiempo a crisis de superproducción relativa (quienes no pueden comprar no es porque estén satisfechos sino porque no tienen cómo ni con qué) que, ante la imposibilidad de ser absorvida rentablemente por el sistema, termina arrasándolo en procesos de inflación, deflación, recesión y depresión de la economía donde los mayores paganos son las clases desposeías, los asalariados y la gente humilde que, de la noche a la mañana, ven esfumadas sus escasas economías, perdido su puesto de trabajo, microscopizados sus salarios, derrumbado sus pequeños negocios y tronchadas sus ilusiones.

Cuando las crisis capitalistas se engendran cíclicamente por factores que se conjugan estructuralmente (disminución de la cuota de ganancia, desorden en la producción, incremento de la “composición orgánica” del capital a favor del “capital constante”, sobreposición y maximización del “capital financiero” respecto al “capital industrial”, intensificación de la explotación de la clase laboral, etc.), el desfogue de esta crisis puede tener lugar a través de cualquiera de los espacios del sistema. En este caso el espacio de desfogue ha sido el del capital financiero hipotecario, el más arriesgado, voraz y avezado en el aprovechamiento de las “bondades” del mercado, quien, al no poder recuperar las asombrosas sumas de dinero prestadas a usuarios que, por las mismas contradicciones del sistema de pronto no pudieron devolverlos, ha comenzado a “pagar los platos rotos” de una fiesta que muchos creían y alucinaban con verla infinita, platos que, crecientemente, comienzan a pagar el capital industrial y, en un sentido más expansivo y terrible, las clases sociales populares tanto de las economías centrales desarrolladas como de los países periféricos “subdesarrollados”, como el nuestro, donde también pagaremos los platos rotos por diferentes vías señalas por los economistas críticos. Algunas de estas son las siguientes:

a) Disminución de las exportaciones debido a la caída de los precios internacionales de los metales, lo que hará más grande el actual déficit del sector externo (balanza en cuenta corriente).

b) Reducción de los ingresos fiscales debido a esta caída de precios internacionales y, por tanto, menos recursos del Estado para obras físicas y políticas sociales. En razón a ello es que han comenzado los “hachazos” a los presupuestos de las regiones, municipios, universidades y otros sectores e instituciones más según los tecnócratas para “hacer caja” ante el vendaval que se viene; así como las negativas a todo aquello que huela siquiera a mejoramiento de sueldos y salarios, cuando, contradictoriamente, se siguen manteniendo exoneraciones tributarias a muchos grandazos del país y extranjero; no se tiene el más mínimo interés en la Reforma Tributaria que, hace tiempo, todos esperamos para que paguen más los que más tienen y menos los que menos tienen; y se sigue remoloneando en el asunto del impuesto a las sobreganancias.

c) Desaparición del boom del crédito en dólares y encarecimiento de las líneas de crédito que tenían los bancos locales en el exterior.

d) Salida de capitales del país lo que, aunado al déficit de la balanza en cuenta corriente, presionará al alza del tipo de cambio con efectos inflacionarios y consecuencias desastrosas para quienes tienen deudas en dólares y ganan en soles.

d) Reducción y eventual colapso del dinamismo económico, con el menor uso de la capacidad instalada y el quiebre de muchos negocios, con la consecuencia social de más despidos y subempleados, tanto el sector privado como público. En este último, por ejemplo, la presión del Ministerio de Economía y Finanzas por “racionalizar” (léase despedir, poner en la calle) al personal contratado por los famosos “servicios no personales”, es cada vez más insistente.

La “trampa ideológica” armada y aceitada por la clase propietaria y sus académicos y tecnócratas subordinados al poder, discurre en el uso del enmascaramiento y la opacidad de esta realidad profunda que no se quiebre ver y se quiere que no veamos, mareándonos con anteojéricas estadísticas y cifras donde los actores sociales están ausentes y, en consecuencia, no aparecen cifras sobre, por ejemplo, la desigualdad y pobreza en el país y las regiones, la tasa de desnutrición y analfabetismo, el desempleo y subempleo, etc. que, en realidad debe ser el objeto central de la economía.

La economía necesita por lo pronto, en consecuencia, recuperar las tradiciones más importantes del pensamiento económico, aquellas que, incluso, en el ideario neoliberal de los “padres” (Smith, Ricardo), sin nombrar a la teoría crítica marxista, nunca dejaron de lado el tema social, como lamentablemente lo ha hecho el neoliberalismo y sus epígonos. Necesitamos, en consecuencia, de nuestros economistas criollos una mayor explicación de la crisis capitalista a partir de la lógica estructural del mismo. Más respuestas a la acuciante pregunta de ¿cómo el desbarajuste capitalista es resultado concreto de la naturaleza y funcionamiento del sistema capitalista?

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