martes, 10 de marzo de 2009

YEHUDE SIMON EN SU LABERINTO

Publicado en el Diario Los Andes del 01/03/2009


Yehude Simon acaba de botar un globo de ensayo: le gustaría un gran frente político, para el 2011, compuesto por el Apra, el Partido Humanista que representa él y la izquierda “responsable”, erizando casi de inmediato el cotarro político con especulaciones, distanciamientos y críticas, especialmente desde la variopinta orilla de la izquierda peruana, casi toda coincidente, por lo menos formalmente, en la idea de que ello es imposible míresele por donde se le mire.

El nada estulto Primer Ministro ha querido, seguramente, con esta aparentemente inoportuna pretensión medir el termómetro político tanto en la izquierda como en la derecha para, al final, ser más digerible a una derecha que, por estos tiempos, adolece de una muy seria sequía de cuadros políticos representativos. Y qué mejor un Yehude Simon que combina, aunque contradictoriamente, en su currículum vitae antecedentes de político radical, con el moderado pragmatismo de un administrador regional “eficiente” y, en su actual escenario, con su aupamiento al carro ideológico del alanismo converso que tan bien está disfrutando la derecha económica.

Lo más probable es que Yehude Simon haya anticipado la casi inmediata denegatoria de la izquierda a través de sus diferentes representantes, como, por ejemplo, Javier Diez Canseco, Rolando Breña, Susana Villarán y otros más para, por rebote, acicalarse más ante el auditorio silente, por lo menos hasta ahora, del Apra y más silente, todavía, de la derecha de “sangre azul” cansada de los reiterados descalabros de una Lourdes Flores enanizada ideológicamente ante la corpulencia del doctrinarismo “perro hortelánico” alanista y partiquinos. Busca el buen Simon en su laberinto, en otros términos, desencadenar un proceso correlacional directamente proporcional, como dicen los estadísticos: a más rechazo de la izquierda, más aceptación de la derecha, como si lo uno empujara a lo otro tan fácilmente en el terreno de la política peruana.

Sería ingenuo pensar que esta disparada marca Simon se haya producido sin la aceptación y posiblemente motivación de la “masa crítica” del bloque en el poder oficial. Esta no es la disparada burda y mentecata de los improvisados ministros que, regularmente, animan el chascarrillo y la jarana popular, sino la sesuda “muñeca” de carcamanes políticos orientada a preparar la retirada del poder garantizando presencias, de modo tal que, al final, todo quede casi igual y, de paso, lanzarle al mudo alcalde de Lima la advertencia de que el menú de candidatos puede estarse abarrotando sin su denominación en la nomenclatura.

Si por izquierda “responsable” o “madura” se ha referido, el Premier, a la izquierda aquella inclinada o más inclinada a las reglas de juego del poder dominante (reformista o “menchevique” en el catecismo de la izquierda maximalista), el “no quiero saber nada con eso” ha sido también, hasta el momento el espíritu dominante. Aunque sería bueno que se precisara mejor qué es lo que está entendiendo por “izquierda madura”: si es algo realmente existente o algo por construirse en términos de aceptación axiomática de las reglas de juego instituidas históricamente por el poder dominante, y si es así don Simon vuelve a las andadas del neoderechismo archiconocido sintetizado en la frase: “cambiar para que todo siga igual” que seguramente, en su época de andanzas ultrarradicales, que hoy sus arrepentimientos ex post intentan vanamente hacer pasar al olvido, cuestionó con singular energía.

Si la tentación del Primer Ministro por arrellanarse en el curul presidencial es de proporciones majestuosas, de alguna manera puesta en dicho durante su época de presidente regional y, como él mismo reconoce, en las reiteradas muestras de coqueta cercanía con el alanismo a quien no considera “el diablo” que asusta; las posibilidades de una candidatura “frentista” suya dependen de muchos factores que no están en sus manos controlar. Depende, por ejemplo, de cómo haga entender y comulgar con tamaña rueda de molino, a sus propias bases del movimiento humanista, su singular conversión al talmud alanista siguiendo el mal ejemplo del propio Alan; tiene mucho que ver con el propio juego alanista, imprevisible, atrabiliario y de hipertrófico discurso, cada vez más distanciado de la realidad monda y lironda que, en gran parte, no es el juego de la dirigencia subalterna y militancia aprista capitalina y provinciana, que ven con “sangre en el ojo” la mudanza de su jefe a los cuarteles de una derecha paleolítica sin trazas de sentido social y humanidad, en un contexto mundial y, más cercanamente latinoamericano, donde los vientos que discurren son más bien los del cambio profundo y de una izquierda renovada y fortalecida, que ha asumido el reto histórico de “cambiar para que todo no siga igual” en el marco de las propias reglas del sistema. Como, al final de cuentas, tiene mucho que ver con las presunciones, irresoluciones y temblores tempranamente seniles, de una neoderecha, como la que representa el archiliberal Carlos Tafur, dispuesta a arrimarse al árbol de mejor sombra que no es, precisamente, para este caso, la del bondadoso Simon.

Es de perogrullo que los caudillos nunca han podido endosar preferencias y votos a sus benjamines o aspirantes a benjamines, como, sin andar demasiado, ha sido el caso del chino siniestro, de ingrata recordación, en cuanto a representaciones subnacionales, y el propio caso de Alan García con candidaturas apristas diferentes a la suya. ¿Qué garantizaría, en consecuencia, un posible endose de votos a una candidatura simoniana de genealogía política diferente?. De una posible candidatura sin representación en un Parlamento que, aunque carcomido por una metástasis terminal, sirve todavía para el enjuague de tramoyas urdidas por el oficialismo y comparsas; sin una real articulación política nacional; y sin robustez en un ejecutivo controlado absolutamente por los partiquinos del alanismo. De una posible candidatura (la del señor Simon) convertida deplorablemente en caja de resonancia del caudillo, y bonachón apagaincendios resultados de esa fábrica de incendios en que se ha convertido el modelo neoliberal y sus pretendidas bondades que han concluido por aumentar más las adiposidades de la burguesía en el país, con colesterol y todo, y a disminuir las de los sectores populares hasta la escualidez más desesperante.

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