domingo, 12 de julio de 2009

ILUSIONES Y REALIDADES DE LA CLASE POLÍTICA GOBERNANTE

La censura del Gabinete Yehude Simon, luego de su interpelación, no ha sido posible por la falta de votos necesarios (lograron 56 de los 61 votos necesarios) para lograr ello, pero fundamentalmente por las indecisiones e inconsistencias de una oposición que no ha sabido, hasta el momento, dar los pasos necesarios para articular una propuesta política eficaz.

El licenciamianto del actual gabinete o, por lo menos, de sus más importantes responsables políticos en el caso Bagua, ya sea por el camino de la renuncia (que hubiera sido la salida más elegante) o de la censura, en la actual coyuntura, constituía una salida efectiva a la crisis política recientemente configurada, para dar paso a un nuevo escenario con nuevos actores de la negociación política desde el oficialismo, y nuevos cimientos para la aceptación social menguada visiblemente. No ha sido así y lo más seguro es que Alan García haya preferido caminar hasta Fiestas Patrias con este gabinete a cuestas seriamente desgastado, controvertido y dañado en su credibilidad, antes de optar por su renovación en esta fecha, con la ilusoria idea de que con ello habría ganado en autoridad e iniciativa para recuperar la legitimidad perdida. Pura “racionalidad instrumental” en el manejo de la política nacional, algo a lo que el alanismo nos tiene acostumbrados y escaldados.

Algunos indicadores de esta “racionalidad instrumental” versus la “racionalidad comunicativa”, por la que opta el alanismo son, luego de amainado el huracán social, la vuelta a las tesis del “perro del hortelano” por boca propia de Alan García que, como un chasquido de dedos, está dando lugar al despertar de toda una camada de corifeos repetidores, letra por letra, de los argumentos y explicaciones en torno a los trágicos sucesos de la amazonía: “complot internacional”, “agitadores antisistema”, “enemigos de la patria” y otras excusas más que, de tanto repetirse, como el “gran bonetón”de quienes dieron la orden para la intervención policial en Bagua, han dejado de tener efecto alguno de convencimiento, salvo para quienes los levantan que, parece, han llegado a creer en sus propias mentiras.

La insistencia pertinaz del alanismo y la derecha política del país en una racionalidad de esta naturaleza, para justificar el gran objetivo neoliberal de desregular y flexibilizar la explotación de nuestros recursos naturales por el gran capital internacional, es el indicador presidencial más claro ( arrogancia y arrebatos fascistoides de por medio), de su voluntad política de no hacer concesiones en el tema del “modelo neoliberal” que viene aplicando. “Modelo neoliberal o muerte” podría ser, quizás, la frase que mejor grafica el albedrío político fundamentalista de esta envejecida y tumefacta clase política, pero también el suicidio político que con tanta entereza vienen acometiendo.

¿Por qué no es posible, en consecuencia, esperar cambios fundamentales en esta clase política gobernante?, y ¿por qué los cambios son sólo de las promesas a los hechos y no de los hechos a las promesas?, es un tema todavía abierto a la reflexión, el análisis y la indagación en el terreno de la ciencia política. Algo que se puede barruntar, en este sentido, es lo siguiente:

La “clase política” gobernante en el Perú es una clase ideológica, histórica y políticamente sometida a la clase económica del país y el extranjero (poderes fácticos) y, en consecuencia, sin márgenes de autonomía y capacidad de liderazgo sobre la clase económica que representa, y menos con capacidad de dirección sobre el conjunto de la sociedad global. Por eso, el ideario que defiende (antes liberal abierto, luego liberal estatista y hoy neoliberal), proviene no de sus propias conclusiones, convicciones y principios políticos, sino de las tendencias e intereses corporativos que obran en la clase económica.
Al no disponer de un espacio propio de actuación política relevante y ante la necesidad de legitimación por el vasto auditorio de la “sociedad civil”, la clase política no ha tenido, imaginativamente, otro camino que el del doble discurso: uno para el escenario de captación del voto ciudadano y otro para el escenario de ejercicio del “poder político”, una vez captados estos votos; así como el de la “maniobra” política, los arreglos bajo cuerda, el desparpajo y la pendejada, la corrupción y cuanta estupidez se le ha venido ocurriendo para auparse en el poder y gobernar con la ilusión de ser gobernantes.

- La política oficial, en consecuencia, deja de tener su propia sustancia para convertirse en el aditamento externo y superfluo de la economía. En un aditamento manejado por los políticos en calidad de comisionados, conscientes o inconscientes, de la clase económica mesocrática dominante, aunque en sus íntimas convicciones puedan tener, perversamente, la ilusión ideológica de estar controlando la situación y ser dueños de sus propios actos.

- Los límites y posibilidades, siendo así, en el campo de acción de esta clase política son los límites y posibilidades de la clase económica dominante que, en muchos caso, asume directamente su propia representación especialmente en aquellas áreas de la actividad estatal más sensibles a sus propios intereses, como es el Ministerio de Economía y Finanzas.

Diseñado este panorama, el descontento y el embate social no podrá tener efectos por lo menos relativos en relación a las peticiones populares, si es que sus efectos no van más allá de la “racionalidad pasiva” y ahuecada de la clase política hasta zaherir, coyuntural o estratégicamente, la “racionalidad activa” y maciza de la clase económica.

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