sábado, 26 de junio de 2010

DE ELECCIONES POLÍTICAS, PARTIDOS Y DECEPCIONES

La proximidad de un nuevo evento electoral para la elección de alcaldes y presidentes de gobiernos regionales en el país, está determinando la activación de la vida política expresada en la oxigenación de viejos y desvencijados partidos políticos, el despertar de otros de un letargo que va para los cinco años y la invención virtual de algunos disponibles como “vientres de alquiler” o “partidos combi” para el mejor postor, como aquel de Barba Caballero donde se vienen aupando personajes de diferente historia política, idiosincrasia y catadural moral, como es el caso del exalcalde del Callao Alex Kouri de identificada talla fujimorista y socio del delincuente Montesinos.

En nuestro medio regional la situación no es muy diferente: el caudillaje y el oportunismo camaleónico recobran bríos en la articulación y rearticulación de cúpulas hechizas y colectivos de escasa facha democrática, varios de ellos fruto de un apresurado y nervioso reciclaje con el cambio de nombre incluido, para adquirir cierta decencia y potabilidad ante una opinión pública más que escaldada de membretes huecos y personajes de cuestionable trayectoria personal, política técnica.

¿Qué hemos aprendido en este último periodo de retraimiento de la política formal activa y de acentuada turbulencia de los fenómenos y hechos sociales, materia prima de la política en la región de Puno?. Nada, absolutamente nada que apunte hacia una política madura, moderna y eficiente; una política de grandes y creibles visiones, de compromisos sustanciales con una ciudadanía exigente de un futuro diferente, de calidad moral y profesional demostrada, de grandes ideas e iniciativas, en fin, de una vivencia racional y afectiva, de principios y valores que eduquen con el ejemplo y que hagan de la política una formidable pedagogía para el aprendizaje colectivo y el rejuvenecimiento de utopías y voluntades en la mentalidad popular.

Nuestra política y nuestros políticos llámense serios o improvisados, todavía afirman su comportamiento político más en el márketing de la política que en las ideas y virtudes de la misma; más en el andamiaje del movimiento político que en las grandes propuestas, las utopías y los desafíos de hacer una política crítica y trascendente; y más en el cálculo de los costos y los beneficios personales que en los extraordinarios beneficios sociales consecuencia del bien interno y el leiv motiv de una verdadera política. La política como “agonía”, entrega desinteresada, preocupación y sufrimiento por el otro, está fuera de los cálculos y la imaginación prehistórica de quienes forman la turbamulta de candidatos, precandidatos, proyectos de candidatos, abortos de candidatos, o lo que sea, que hoy inundan los pasillos del Jurado Electoral y de la vida política improvisada y atosigante en la región de Puno.

La política, para desgracia nuestra, no despega todavía desde la sombría antesala de la modernidad en que nos ha dejado los años de violencia política de los años 80 y 90 que salpicó siniestramente al tejido social de la región, combinada con la reestructuración neoliberal de los espacios de vida económica y social impuesta por el modelo aperturista, privatista y entreguista de la mafia fujimontesinista; hasta un escenario de construcción cívica con ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones y capaces de elegir con responsabilidad y autonomía a los gobernantes que merecen tener. Tanto la violencia real como su proyección simbólica en el “habitus” de las clases populares, como la fragmentación y dispersión del tejido social regional resultado de las políticas neoliberales, han engendrado un sujeto regional de la política demasiado inclinado al pragmatismo y utilitarismo en las relaciones gobernantes-gobernados; a la suspicacia y al descreimiento; al nihilismo ideológico; al desmedulamiento de las grandes propuestas hoy simples carcasas para adornar los extravíos de algún dilettante de la política; y a la asunción de la política, en el sentido común de la gente, más como un asunto coyuntural de afectividades que de una racionalidad seria y sostenida en el espacio y el tiempo.

Así los colectivos políticos llámense partidos, movimientos, frentes o tanta cosa se los quiera llamar, han perdido absolutamente el sentido histórico y conceptual con el que surgieron en la época moderna intentando ser una suerte de intermediación positiva entre la sociedad civil y el Estado, para transformarse, más bien, en un mecanismo de intermediación entre determinados “caciques” de la política regional y los potenciales votantes. El colectivo político no es entonces, en estas circunstancias, un instrumento para la educación cultural y política del colectivo social en sus más variadas expresiones; o, no es el “intelectual orgánico” colectivo para la pedagogización de las “masas” en el salto del mundo de la “necesidad” hacia el mundo de la “libertad”, sino todo lo contrario, el colectivo político se ha transformado, por el contrario, en un instrumento más para la subordinación de la conciencia social y la voluntad popular, y su sometimiento real a las condiciones de los poderes establecidos regional y nacionalmente, al reproducir en su vida interior las lacras y deformaciones instituidas en la sociedad global por fenómenos como los anteriormense señalados y otros.

Huelga decir que por esta ruta, la ruta donde el partido se subordina a los intereses de los individuos más avezados en la piratería de la política y con más capacidad económica, donde la lógica del “partido combi” o del “partido vientre de alquiler” está sustituyendo a la lógica del partido doctrinal y de masas, es imposible de todos los imposibles que las preocupaciones justas y necesarias de los diversos sectores sociales de la región de Puno, encuentren en la política el medio fundamental para impulsar un ideario trascendental y sostenible de desarrollo. La política, en todo caso, continuará diluyéndose en los pasillos perdidos del congreso, si hablamos de la representación nacional; o en los microescenarios de los torquemadas representantes locales y regionales dando espectáculos penosos y de vergüenza ajena.

¿Qué queda, en consecuencia? Sólo la esperanza de refundar la política y sus manifestaciones orgánicas, sobre bases teóricas y doctrinales fuertes, sostenibles en una pedagogía política del ejemplo, en una democracia interna real, en un optimismo ideológico a prueba de balas y en una enorme capacidad de sintonía con las necesidades y tendencias, sobre todo, de las clases populares de la sociedad regional y nacional.

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